Buscando novias by Nora Roberts

Buscando novias by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 16

El viento era enérgico y los copos de nieve giraban en remolinos. Caminaron en silencio hacia el ruido, con el sonido de tráfico de fondo y bajo las luces navideñas. En una esquina, un Santa Claus callejero sacudía su campana con monotonía mientras los peatones pasaban sin detenerse a su lado.

La Navidad, pensó Gwen, era una época para las risas de los niños, para la familia y la alegría. Pero para el destino, todos los días, todas las estaciones eran iguales.

—No puedes permitir que te afecte —dijo Gwen por fin—. Si lo haces, pierdes el valor, comienzas a dudar de ti mismo, de tu intuición y de tu capacidad. Y cuando tienes un nuevo paciente, no consigues concentrarte. No puedes permitir que te afecte. Lo sé.

—Pero si no permites que ese tipo de cosas te afecten, pierdes la humanidad, lo que realmente te da fuerzas para luchar por el próximo paciente.

—Es una frontera difusa —musitó Gwen en respuesta—. Por mucho que te esfuerces, siempre terminas inclinándote hacia uno u otro lado —se detuvo para contemplar el agua cuando llegaron al río.

Adoraba aquel lugar, aquella ciudad de tráfico enloquecido y edificios antiguos. Adoraba su historia y su orgullo. Pero en aquel momento no encontraba en ella ningún consuelo. Porque también su ciudad formaba parte de un mundo que podía ser frío y cruel con los más indefensos.

—No quería perderle. En el fondo, sabía que no había nada que hacer desde el primer momento. Pero a veces se consigue el milagro. Y otras no.

Cerró los ojos, agradeciendo que Branson no dijera nada, que comprendiera su deseo de desahogarse.

—Sé que soy capaz de soportarlo. Soporto el horario, el estrés, la presión… Estoy preparada para ello y me gusta. Soy capaz de soportar la burocracia, el papeleo, la dureza de algunos pacientes… A todo acabas acostumbrándote, pero de pronto…

Le tembló la voz y se llevó los dedos a los ojos.

—Sólo tenía doce años.

—Has hecho todo lo que has podido.

—Eso no importa cuando no es suficiente.

—Sabes que no tienes razón —la hizo volverse para mirarle. Era incapaz de pensar en nada que no fuera ella mientras veía cómo escapaba una lágrima de aquellos ojos del color de la lavanda—. ¿Cuántas vidas has salvado hoy? ¿Esta semana? ¿Este año? Siempre haces lo imposible para ayudar a aquéllos que sufren.

—En eso consiste mi trabajo. Pero sé también que a veces, hagas lo que hagas, te toca perder. Es lo que te dice la razón, lo que te enseña la propia realidad, pero una parte de mí no puede aceptarlo. Esta misma mañana, ese niño ha salido de su casa y por el mero hecho de encontrarse en una calle equivocada en el momento equivocado, ha perdido la vida.

Giró para seguir caminando.

—Era mi paciente y tenía que salvarlo. Pero llega un momento en el que tienes que aceptar que ya no se puede hacer más. Miras el reloj y apuntas la hora. Después, todo ha terminado. He tenido que salir para decírselo a sus padres.

—Gwendolyn, lo que haces es algo admirable, milagroso —le tomó las manos y se las frotó para darle calor—.



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