Big Brother by Lionel Shriver

Big Brother by Lionel Shriver

autor:Lionel Shriver
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama, Psicológico
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


2

El doctor Corcoran hablaba con una franqueza rotunda y desprovista de todo ornamento que a mí siempre me había gustado. Con neutralidad practicada, daba información fiable. Me había tratado una quemadura de segundo grado provocada por el agua hirviendo de la pasta y evitó que se infectara. Había suturado un corte que me hice cuando, sin prestar demasiada atención, quité el hueso de un aguacate, y lo hizo tan bien que después lamenté que la cicatriz no se viera; cuando me dedicaba al cátering tenía en las manos unos preciados tatuajes tribales entrecruzados. Con esa falta de expresión y esa desconfianza que Corcoran cultivaba, yo esperaba que fuera útil para Edison. Mi hermano no necesitaba sentir que nadie siguiera juzgándolo con rudeza.

Sin embargo, cuando fuimos juntos a la consulta observé que unos galones como dos rayos aparecían ahora grabados en el ceño del médico, lo que sugería que en su tiempo libre cambiaba esa falta de expresión por un entrecejo fruncido. Al final de la consulta comencé a interpretar su neutralidad bajo una luz diferente. Era fatalismo. Si había instalado en su consulta una báscula tan maciza y capaz de aguantar tanto peso, debía de haber visto a bastantes pacientes bien cargados para amortizar la inversión.

—Va usted camino de la diabetes —dijo Corcoran en un tono aburrido y nada forzado cuando Edison terminó de vestirse en la sala de exploración y los dos nos habíamos sentado ante el escritorio del médico. Su tono uniforme sonaba casi burlón—. Tiene la tensión alta. Con un índice de masa corporal superior a cincuenta y cinco, las posibilidades de que tenga un cáncer, de lo que sea, han aumentado considerablemente. Tiene edemas en las extremidades, por retención de líquidos, mala circulación. La capacidad pulmonar es muy baja, y si sigue fumando, el enfisema será prácticamente inevitable…

—Un problema por vez —lo interrumpí—. ¿Tiene Edison la salud suficiente para hacer una dieta estricta sin caer redondo?

—Es probable —dijo Corcoran, con mucha tranquilidad—. Con medicación podemos conseguir que le baje la tensión. El corazón está en mejor forma que el de muchos, aunque sigue siendo un candidato seguro a una enfermedad cardiovascular. ¿En qué pensaba usted?

—Por lo que he leído, con el tiempo tendríamos que subir hasta ochocientas, luego a mil doscientas, pero, para empezar, entre seiscientas y ochocientas calorías al día.

Puesto que Edison no soltó un grito ahogado, no debía de tener idea del poco sustento que eso significaba: dos terceras partes de un Cinnabon. En cuanto a Corcoran, juro que lo oí reír. Es posible que no fuera una carcajada sonora, pero, aun así, fue bastante clara.

—Es un plan muy ambicioso.

—Dado el tamaño de Edison, no tiene sentido hacerlo si no somos ambiciosos —dije—. ¿Puede decirme cuánto pesa mi hermano?

El médico miró a Edison solicitando su permiso.

—No es un secreto de Estado, hombre —dijo Edison.

—Ciento setenta y cuatro kilos.

—Pero eso incluye los calzoncillos —dijo mi hermano.

Podría haber sido peor. Pedí al médico un bloc y un lápiz para hacer los siguientes cálculos: 174 - 73 = 101 kilos que perder; 101 kilos × 7500 calorías por kilo = 757 500 calorías que quemar.



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