Berenguela by José Ángel Mañas

Berenguela by José Ángel Mañas

autor:José Ángel Mañas [Mañas, José Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-15T00:00:00+00:00


De Berenguela, reina de León y Galicia, a mi queridísimo Fernando, infante de Castilla y heredero del rey don Alfonso IX de León y Galicia.

Te debo, hijo mío, algún tipo de explicación por apartarte de mi lado de forma tan repentina. Dado que no confío en que tu padre se preocupe por ello, procuraré hacerte entender la situación.

Bien sabes que ciertos nobles en Castilla se oponen a mi regencia. Como te habré dicho en más de una ocasión, los Lara se han visto relegados del poder al asumir yo la tutela de mi hermano y la gobernación del reino en su nombre, con el arzobispo y don Tello como únicos consejeros. Son malos enemigos, y en previsión de lo que pueda suceder, he preferido luchar esta batalla con manos libres.

Por eso te envío a León y dejo a tus hermanos en Las Huelgas. Burgos es la ciudad con más partidarios nuestros y, si es necesario, no descarto enviarlos contigo.

Ahora mismo es importante que tu padre conozca a su heredero y que recuperes su afecto. Sé que eres inteligente y lo harás. Eso facilitará tu porvenir y, posiblemente, el mío. Mientras tanto, no dejaré de escribirte para que sigas la marcha de los acontecimientos y tomes conciencia de lo difícil que es gobernar.

Nuestro último contratiempo fue la deserción del ayo previsto para Enrique. Eso me ha dejado en una posición débil frente a los Lara, que exigen cada vez con mayor fuerza la tutela. Yo no quería rechazarlos frontalmente. Por eso exigí el consejo de los prohombres del reino.

Para ello estuve en Burgos, donde convoqué a la curia regia en la vieja catedral. Allí aguardaban todos. Mayordomo, alférez real, el canciller, el merino mayor, el arzobispo y don Tello, el obispo de Burgos, ricoshombres y condes principales. Y entre ellos, por supuesto, los Lara.

Ante la curia pronuncié un discurso bien meditado. Me guardé de expresar abiertamente mi desconfianza o de hacer comentarios negativos sobre don Álvaro, pues después de Las Navas de Tolosa pasa por ser el salvador de Castilla, y tiene no pocos partidarios. Pero transmití mis temores al mencionar los desastres sufridos durante la minoría de edad de mi padre. Y, desde luego, dejé claro que no podía ceder la custodia de Enrique sin garantías y contrapartidas.

Cuando otros comenzaron a hablar, enseguida vi que todos coincidían en que tener una mujer al frente del reino era «una temeridad» —escogieron bien la palabra— y que lo mejor era que entregase mi hermano a don Álvaro. Entonces supe que lo peor ha acontecido y que los dineros de la Casa de Lara habían circulado, porque nunca he visto semejante unanimidad en curia alguna. El único que se apartó del sentir general fue Lope de Haro, hijo de don Diego y hoy ya señor de Vizcaya. Ni siquiera Jiménez de Rada osó oponerse.

Claramente ha sido una ingenuidad creer que la curia me apoyaría. Aun así, procuré salir como pude de la ratonera en la que me había metido. Habiéndola convocado yo, difícilmente podía ya rechazar su dictamen.



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