Beowulf by Bryher

Beowulf by Bryher

autor:Bryher [Bryher]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1948-10-15T00:00:00+00:00


* * *

7

El señor Burlap caminó directo hasta la ventana.

—Mortero y ladrillos, señorita Wilkins —era su saludo inevitable, pero la nueva secretaria apenas se estaba acostumbrando a él—, mortero y ladrillos; ah, si pudiera empezar mi vida desde cero, me dedicaría a la granja. —Miró hacia la plaza, llena de plátanos de sombra y trincheras de refugio a medio cavar—. Si no hubiéramos abandonado el camino de la Naturaleza no habríamos tenido nunca esta horrible guerra. Con esos aviones miserables en el cielo es imposible encontrarse aficionados de las aves mirando el cielo. —Un globo de protección plateado flotaba por encima de las ramas negras y desoladas—. Va a ser una noche espantosa —dijo, arrugando la nariz—; espero llegar a casa. —Su madre se preocupaba mucho cuando se le hacía tarde, pero por ahora simplemente no podía pedir permisos por enfermedad; todo estaba trastornado y los terribles bombardeos le hacían sentir, era totalmente inútil fingir que no era así, que no valía la pena vivir la vida de esta manera.

—Debe ser un camino terrible, señor Burlap —dijo respetuosamente Rose Wilkins—, sobre todo ahora que los días están tan oscuros.

—Sí, significa que en las mañanas tengo que llegar a tientas a la parada de autobús, y de noche tengo que gatear por la banqueta en absoluta oscuridad. Pero tenemos las estrellas, señorita Rosy Wings, tenemos las estrellas. No vaya a pensar que culpo a sus ancestros por las bombas. Peter Wilkins voló solamente en la imaginación, y ese era el mejor lugar para hacerlo.

—Perdone, señor Burlap, pero no ha habido ningún Peter en mi familia. Mi bisabuelo se llamaba Alfred, lo investigué.

—Querida, querida, noto que no se ha aventurado nunca por los senderos de nuestra literatura. Al señor Wilkins, de nombre Peter, criaturas aladas se lo llevaron a una isla llena de maravillas. Una novelucha, señorita Wings, pero una novelucha que hacía diferencia.

Rose había tenido distintos empleadores desde que había salido por primera vez a buscar trabajo a los dieciséis, pero ninguno de ellos se parecía a su jefe presente. Algunos le gritaban, otros habían sido comprensivos, pero todos hablaban un inglés que ella podía entender. No le molestaba que Burlap se riera de ella, a los hombres les gustaba sacudirse el mal humor a costa de sus secretarias, pero su indiferencia la desconcertaba. Era tolerante con la hora del almuerzo y tenía un dictado soberbio, pero en lo privado lo había bautizado el Lunático.

—Todavía puedo contar cinco hojas. —Burlap miraba por el cristal cuidadosamente atravesado por cintas de papel; el otoño era, decidió, una época menos perturbadora que la primavera—. Pero vamos, debemos seguir caminando sobre la rueda o los motores se detendrán; tenemos una tarde ocupada.

Cómo podía el Lunático notar el estado de las ramas, pero no el de la oficina. Rose se sentó rígida y remilgadamente mientras Burlap se puso a mirar su alfombra recién ganada para darse ánimos. Solo entonces notó algo fuera de lugar.

—Pero, señorita Wings, ¿por qué, cómo… dónde está su escritorio?

—Se lo llevaron.

—¿¡Qué!?

—Cuatro hombres vinieron por él mientras estábamos en el almuerzo.



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