Al caer el sol by Luis Jane

Al caer el sol by Luis Jane

autor:Luis Jane [JANÉ, LUIS]
La lengua: eng
Format: epub
ISBN: 9788491122005
editor: Lantia
publicado: 2016-01-04T05:00:00+00:00


–20–

Con la llegada del frío, los días eran cada vez más cortos. Esa noche la lluvia había refrescado el ambiente y me recogí en mi abrigo. La calle estaba desierta y oscura. El olor a lluvia recién caída me recordó las tardes de lluvia en Santiago. Solo mis pasos sobre la acera encharcada rompían el silencio cuando oí unas pisadas cercanas. Escuché latir mi corazón, una sombra alargada andaba detrás de mí, cada vez más cerca. “Buenas noches”, dijo una voz ronca, que dobló la esquina. Respiré tranquila, cuando al llegar a la bocacalle una mano enrome me tapó la boca y me metió en un callejón oscuro.

–¿A quién busca? –susurró una voz profunda a mi espalda. Sentí su aliento en el cuello. Las piernas me temblaban y apenas podía hablar–. ¿Qué diablos busca en la policía?

Me zarandeó y apartó algo la mano de mi boca. Pude respirar

–Busco a mi hija, desapareció durante la guerra en el monasterio de Pedralbes.

Pasaron unos instantes en silencio, pareció sorprendido.

–¡Me cago en diez! –exclamó–, usted es la cubana que se escapó.

Asentí con la cabeza y conseguí decirle que pagaría por encontrarla. Intenté ver su cara, pero él me sujetó la cabeza con fuerza.

–O se está quieta o le rompo el cuello –dijo–. La niña está viva, la tiene Socorro, su amante. Vaya mañana a una casa abandonada en la calle Putget, lleve cincuenta mil pesetas y le diré dónde puede encontrar a su hija. A las cinco.

Mi corazón parecía que iba a estallar. Su mano cubrió de nuevo mi boca, parecía nervioso. Le dije que eso era mucho dinero, que necesitaba tiempo.

–Mañana. Tengo que irme de aquí cuanto antes. A las cinco en punto. Vaya sola o nunca volverá a ver a su hija.

Me empujó con fuerza y mis rodillas chocaron con el piso. Me dolió. Desde el suelo oí sus pasos corriendo calle abajo. Lloré sentada en el suelo, un llanto amargo mezcla de miedo y alegría.

En el hostal las piernas me temblaban, no llamé a Gorría, tampoco le dije nada a Maitechu, le pedí si me podía dejar sola en el teléfono, tenía que hacer una llamada personal y, a pesar de sus preguntas algo chismosas, conseguí que saliera de la pequeña habitación donde Koldo había instalado el teléfono. Era el lugar más incómodo del hostal. Para que la gente hable poco, según decía. La voz de Leslie al otro lado del teléfono sonó sorprendida. Hacía tiempo que no sabía de él, pero no pareció importarle no haber vuelto a saber de mí. Intenté explicarle lo que había pasado, pero las palabras se me atascaban incomprensibles entre el llanto. Pero Leslie no quería saber nada, solo me dijo que tendría el dinero al amanecer. Leslie solo quería que fuera feliz.



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