Ahora llega el silencio by Álvaro Colomer

Ahora llega el silencio by Álvaro Colomer

autor:Álvaro Colomer [Colomer, Álvaro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2019-11-20T16:00:00+00:00


10

La plaza de Catalunya estaba desierta. No había ni rastro de supervivientes ocultos tras las ventanas, ni de salvajes patrullando las calles ni tampoco de perros husmeando las papeleras: se respiraba una tranquilidad poco corriente en una ciudad en guerra como Barcelona.

—Da la sensación de que han evacuado la zona —comentó León mientras miraba a su alrededor.

—¿Adónde habrá ido la gente?

—Ni idea. Hace mucho tiempo que no paso por aquí.

Avanzaron por uno de los laterales, evitando en todo momento el centro de la plaza, y llegaron a unos grandes almacenes en los que decidieron instalarse. Fue idea de Astrea. Recordó que, antes de la llegada del Silencio, allí vendían cosas para recién nacidos y supuso que nadie se habría preocupado de robar ese tipo de productos. Además, en la tercera planta se ubicaba el departamento de colchones y, cuando sugirió la posibilidad de descansar en una auténtica cama, todos estuvieron de acuerdo. Confiaban en que Argos les alertaría si aparecía algún extraño, así que se sintieron seguros y cerraron los ojos. Media hora después, los cuatro dormían profundamente.

Y, en efecto, el perro fue el primero en oír aquel ruido. Fue un leve crujido que lo incitó a incorporarse. Aunque todavía estaba algo dolorido por el golpe recibido durante la pelea con las amazonas, seguía teniendo el oído fino y, cuando percibió el chasquido, irguió las orejas, tensó la cola y levantó el hocico. Aún no había ladrado cuando cinco salvajes surgieron de entre las sombras y se precipitaron sobre los viajeros. Argos consiguió morder a uno de ellos, pero este se defendió arreándole tal patada en las costillas que el animal no pudo más que ponerse a resguardo bajo una mesa.

Los intrusos maniataron a los chicos y, ávidos de venganza como estaban, les propinaron una sarta de puñetazos. Después, cuando se hubieron cansado de golpearlos, los obligaron a mirar al frente para ver a Rey Muerte sosteniendo a Lobo en brazos.

—¡Suéltalo! —gritó Astrea al instante.

—Ni lo sueñes.

—¿Para qué lo quieres? A ti no te sirve de nada.

—Te equivocas. Tengo grandes planes para él.

—¿Qué clase de planes?

—No son de tu incumbencia.

León había recibido más golpes que sus compañeros. Tenía el cuerpo desmadejado, la cabeza inclinada hacia delante. Parecía inconsciente, pero no lo estaba, puesto que, en ese punto de la conversación, levantó la mirada y musitó:

—Lo quiere para beber su sangre.

—Yo no he dicho eso —replicó rápidamente Rey Muerte.

—Pero seguro que ese es el motivo. Eres tan idiota que te has creído esa mentira sobre la posibilidad de sobrepasar los veintidós años bebiendo la sangre de un recién nacido.

—¿Quién dice esa estupidez? —preguntó Astrea.

—Los chamanes. Se han inventado esa teoría y algunos ignorantes se la han creído. Creen que la sangre pura de un recién nacido, al estar libre del virus, puede sanar la sangre impura de los que están a punto de morir.

Los chamanes eran chicos cercanos a los veintidós años que, al carecer de fuerza física para convertirse en salvajes, habían encontrado otra forma de sobrevivir. Ofrecían a los



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