1918: la terrible victoria by Max Gallo

1918: la terrible victoria by Max Gallo

autor:Max Gallo [Gallo, Max]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 10

1917

«NO CONOZCO NADA SUPERIOR A LA NECESIDAD DE LOS HECHOS»

Tras la proclamación del resultado del voto de confianza, Clemenceau abandona el hemiciclo con el ceño aún fruncido y el cuerpo inclinado hacia delante.

Así da la impresión de ascender con fuerza por una subida rápida, sin perder el aliento.

Los poilus que han visto saltar a este hombre de 76 años dentro de una trinchera, superar un talud, adelantando a los oficiales que lo acompañaban, han sentido la energía excepcional que emana de este hombre, de este «anciano sanguinario», como dirán sus enemigos, entre ellos Paul Morand.

En realidad, Clemenceau, consciente de la amplitud de la tarea que debe afrontar, quiere gestionar su empleo del tiempo.

Todos los días va a su casa para almorzar con su familia.

Se acuesta hacia las 23 horas, después de ver a los colaboradores más devotos formando un círculo cerrado a su alrededor.

Recién levantado, Clemenceau consagra más de una hora a una sesión de gimnasia bajo la dirección de un profesor.

Después comienza la jornada.

Recibe a los parlamentarios y a los ministros (que se reúnen en un consejo de ministros semanal). Está en contacto permanente con Foch o Pétain. Habla continuamente con el general Mordacq, Georges Mandel y Jeanneney, que son sus colaboradores más cercanos.

Acude con frecuencia al Elíseo.

«Me acaba de presentar un informe —escribe Poincaré—. Ha estado una media hora conmigo para pasar revista de todas las cuestiones con una gran locuacidad y un desorden no menor. En bastantes ocasiones pierde el hilo de sus ideas… También habla muy rápido, tocándolo todo, sin pedirme mi opinión sobre nada y sin dejarme decir palabra. Se despide de una manera todo lo amable que le parece posible en lo que considera como un deber oficial… para informarme pero no para consultarme».

Poincaré no se engaña.

Para Clemenceau el presidente de la República es tan inútil como una… próstata. Y en su concepto de las instituciones cree que se le puede practicar la extirpación.

Clemenceau es partidario de un «régimen de Asamblea». Lo que supone que el presidente del consejo debe obtener una mayoría cada vez que deba tomar una decisión importante. En diciembre de 1917, Clemenceau puede contar con el apoyo de los diputados.

«Yo, que siempre me he burlado de la popularidad —afirma—, ahora por casualidad cuento con el favor de la opinión pública. Ahora es necesario que actúe».

Pero ¿en qué dirección?

«No conozco nada que sea superior a la necesidad de los hechos», declara.

Una vez que están establecidos, «es necesario actuar como se respira». Y para Clemenceau, por muchas que sean las dificultades —la capitulación del aliado rumano, la defección del aliado ruso—, «continuaré librando la guerra y lo seguiré haciendo hasta el último cuarto de hora».



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