Yo te miro by Irene Cao

Yo te miro by Irene Cao

autor:Irene Cao [Cao, Irene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-02T04:00:00+00:00


9

Alrededor de mí, la oscuridad y el silencio.

Me ha dejado aquí desnuda, atada a un silloncito y con un pañuelo de seda negra en los ojos. Me siento minúscula en el centro de esta enorme estancia, el salón de fiestas, el más grande del palacio.

***

Esta mañana, mientras me dirigía a casa de Leonardo, no alcanzaba a imaginar lo que me esperaba; pensé en mil escenarios distintos, sabedora de que, en cualquier caso, él me iba a sorprender.

Y lo ha conseguido. Como siempre.

Me abrió la puerta con esa expresión de seguridad que no admite escapatoria. No preguntó nada, se limitó a atraerme hacia él y a besarme; luego me cogió de la mano y me guio por las escaleras y los pasillos hasta que entramos en este salón. Se detuvo en el centro y empezó a desnudarme. El corazón me martilleaba en el pecho, creía que íbamos a hacer el amor, lo deseaba con todas mis fuerzas. Quería que me abrazase y que anulase con su cuerpo mi desnudez, que me entorpecía y me irritaba.

—Vuélvete —me dijo, en cambio. Obedecí. Me vendó antes de que pudiese decir nada atándome a la nuca un pañuelo negro que llevaba en un bolsillo de los pantalones—. Hoy no necesitas la vista, Elena. Te enseñaré a ver de otra forma.

Me obligó a sentarme, me ató las muñecas a los brazos del sillón no sé con qué —posiblemente con las borlas de las espléndidas cortinas de brocado de la sala— e hizo lo mismo con los tobillos, que fijó a las patas del asiento.

—¿Qué intenciones tienes? —le pregunté con la voz quebrada.

—Shh…, no es momento para preguntas —me respondió susurrando. Después me tapó con una sábana áspera, de las que se utilizan para esconder los cuadros de los artistas, como si fuese una de sus creaciones, dejando únicamente a la vista la cara y el pecho. Me acarició una mejilla y luego oí que se alejaba.

***

Llevo aquí más de una hora. O al menos eso creo, ya que he oído una vez las campanas de San Barnaba.

Al principio solo me sentía confusa, con la mente fuera de control. Estaba aterrorizada, desorientada, me parecía estar sufriendo una tortura sin sentido. Me maldecía a mí misma por haberme metido en esta situación y por haber aceptado el pacto infernal. Lo único que quería era liberarme y escapar.

Más tarde comprendí.

El olor de esta estancia fue penetrando lentamente en mi nariz, sutil y persistente: madera antigua, polvo y humedad. El terciopelo de la tapicería empezó a hacerme cosquillas en la espalda, a la vez que una brisa ligera entraba por una de las ventanas; un estremecimiento ligero me recorrió todo el cuerpo endureciéndome los pezones. También del silencio fueron emergiendo ruidos: las voces del Gran Canal, el bullicio lejano de los vaporetti, mi respiración, que se había vuelto casi ensordecedora.

Leonardo me ha vendado porque mi vista es voraz. Lo copa todo, no deja espacio a los demás sentidos. Mi mirada se ve sometida a diario a numerosos estímulos: mi trabajo, mis pasiones, la ciudad en la que vivo.



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