Unidos por la ley by Nora Roberts

Unidos por la ley by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1993-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 7

Le desgarró la blusa. Fue la pasión lo que lo impulsó a ello. No podía soportar verla con ella puesta un minuto más, ver ese azul intenso manchado de gotas de sangre.

Pero el sonido de la seda al ceder bajo sus dedos y el jadeo de aturdida excitación diseminó fuego por sus entrañas.

—La primera vez que te vi… —al dejar a un lado los restos de la blusa ya le faltaba el aliento—. Desde el primer minuto, quise esto. Te deseé a ti.

—Lo sé —extendió los brazos, sorprendida por lo profunda y madura que podía ser una necesidad—. Yo también. Es una locura —comentó sobre su boca—. Una locura —la piel le hormigueó cuando él le bajó las tiras de la combinación para sustituirlas por besos impacientes—. Increíble.

Extasiada, se arqueó hacia él cuando tomó sus pechos en esas manos ásperas y codiciosas. Luego la boca de Zack, ardiente y hambrienta, se cerró sobre ella para tirar y succionar. «Date prisa», fue lo único que pudo pensar, «date prisa». Sus uñas recorrieron los costados de él mientras le levantaba el jersey.

Lo que deseaba era el contacto de sus cuerpos. Ya tenía la piel encendida, ya estaba húmeda. La sensación de los labios de Zack sobre su atronador corazón hizo que lo agarrara por el pelo y lo pegara más a ella. Anhelaba más. Incluso a medida que la tormenta se incrementaba hasta el punto de crisis, daba, anhelaba y exigía.

Clavó los dedos en los hombros anchos cuando él descendió, detonando cientos de estallidos diminutos con besos hambrientos y mojados por su torso, para luego retroceder con celeridad y ahogarla en el deseo con los labios.

Zack no podía detenerse. No importaba ya que una vez hubiera imaginado hacerle el amor con una lentitud tortuosa, en alguna cama enorme y suave. La desesperación del momento podía con cualquier fantasía que hubiera podido tener.

Ella lo poseía. Lo obsesionaba. Ninguna sirena mística hubiera podido robarle la mente y el alma de manera más completa.

Un botón saltó de la falda cuando se esforzó por bajársela por las caderas. Creía que podía volverse loco si no echaba a un lado todos los obstáculos, si no la veía. Todo su cuerpo.

Medio enloquecido, le bajó las medias, junto con el delicado encaje que las había asegurado. En algún lugar a través del rugido de su cerebro, oyó el grito ronco cuando sus dedos le rozaron el muslo. Luchando por contenerse, se arrodilló entre las piernas de Rachel, llenándose con la visión, esbelta, dorada y desnuda, el pelo revuelto alrededor de la cara, los ojos oscuros y entornados.

Ella se irguió, demasiado desesperada para aguardar incluso otro momento. Cerró la boca con avidez sobre la de él, y con los dedos abrió los botones de los vaqueros.

—Deja que lo haga —dijo en un susurro ronco.

—No —deslizó una mano detrás de la espalda de ella para sostenerla y bajó la otra para cubrir la fuente de calor—. Deja que sea yo.

El volcán que Zack había imaginado estalló al primer contacto. El cuerpo de Rachel se sacudió y tembló.



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