Una novela criminal by Jorge Volpi

Una novela criminal by Jorge Volpi

autor:Jorge Volpi [Volpi, Jorge]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Crónica, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2018-03-01T05:00:00+00:00


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Una visita incómoda

Ni Sarkozy ni Calderón son altos. No es el único rasgo que los asemeja. Ambos se hicieron con el poder tras una larga carrera en los grandes partidos de derecha de sus países, superando obstáculos y conspiraciones, medrando y calculando con paciencia, hábiles corredores de fondo que supieron torcerle la mano a sus antiguos jefes —Vicente Fox y Jacques Chirac— para erigirse en sus sucesores. Ambos provienen de entornos de clase media conservadores y católicos y desde muy jóvenes se impusieron como meta no solo la conquista del poder sino una reforma de la moral pública.

Paradójicamente, la vertiente que más los aproxima provocará la colisión entre ambos: su obsesión por la seguridad pública. En cuanto llegó al Ministerio del Interior en 2002 como número dos del gobierno, Sarkozy se impuso una agenda que numerosos críticos juzgaron extremista pero que aumentó su popularidad a cotas inusitadas. Con la Ley de seguridad interior de 2003 extendió el uso de la tecnología de ADN a los delincuentes (excepto los de cuello blanco) e impuso severas medidas carcelarias a los reincidentes. Ya como ministro de Estado de Dominique de Villepin —con quien mantuvo un pulso épico—, Sarkozy dirigió sus miras contra el terrorismo, endureciendo la vigilancia policiaca y las penas («hay que limpiar nuestras ciudades», declaró), aproximándose a los ideales del Frente Nacional. Cuando estalló la «revuelta de los suburbios» en 2005, en la que cientos de hijos de inmigrantes de los alrededores de París quemaron automóviles y montaron barricadas, anunció una política de tolerancia cero. En esa misma época reformó la ley de inmigración, haciéndose eco de los sectores más reaccionarios del país.

Siendo ya presidente, Sarkozy no tardó en enfrentarse a la magistratura por considerarla indiferente ante el aumento de la violencia e impuso por fin una nueva ley sobre criminales reincidentes. Al mismo tiempo, su obsesión mediática, reforzada tras su matrimonio con Carla Bruni, lo incitó a asumir un papel protagónico en distintos asuntos públicos y, si bien por momentos buscó la apertura, incorporando a independientes y socialistas en su gobierno, nunca dudó en acercarse al populismo de derechas.

Calderón también convirtió la seguridad en objetivo central de su gobierno y, cada vez más centrado en la retórica bélica contra el narco, mantendrá una alta popularidad hasta su último día de gobierno a cambio de una cifra de víctimas que rozará los setenta mil muertos y veinte mil desaparecidos. No debe extrañar, pues, que dos hombres tan parecidos en su forma de ejercer el poder y tan similares en sus conductas públicas —su faceta de redentores— terminen por enemistarse: a la hora de definir su popularidad interna, uno y otro se valdrán del caso Cassez para fincar sus ambiciones.

Sin saberlo, Florence, Israel (y la familia de este) están a punto de convertirse en rehenes en un duelo de egos presidenciales.

Un exclusivo y romántico hotel —así lo describe la prensa— en Playa Tamarindos, Jalisco, al cual se llega a través de un angosto empedrado, es el lugar propuesto por el gobierno mexicano



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