Todas las canciones de amor que suenan en la radio by Cristina Prada

Todas las canciones de amor que suenan en la radio by Cristina Prada

autor:Cristina Prada [Prada, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-12-04T05:00:00+00:00


21

Me quedo en mitad de la cocina mirando la puerta por la que acaba de marcharse. Me siento vulnerable, prácticamente abandonada.

Sabía que no tendría que haber venido.

Salgo de nuevo al jardín notando cómo mis piernas aún flaquean. Al verme aparecer, Bentley, que está en el césped con Spencer y Chase, le lanza el balón de fútbol americano al mayor de los Riley y se acerca a mí.

—¿Todo bien? —pregunta algo preocupado.

—Sí —contesto con una sonrisa fingida para intentar borrar cualquier rastro de duda.

—Si quieres, podemos marcharnos.

—Bentley, no te preocupes. De verdad, estoy bien.

Finalmente me devuelve la sonrisa y yo suspiro aliviada cuando lo veo alejarse de nuevo hacia el césped. Le agradezco que se preocupe por mí, pero lo que necesito ahora mismo es respirar hondo e intentar ordenar este caos de pensamientos que me invaden y que tienen un único protagonista: Ryan Riley. Aunque supongo que estoy en el sitio menos indicado para hacerlo.

Meredith me llama de nuevo. Está sentada a la mesa con Thea y la pequeña Olivia. Me siento con ellas y comenzamos a charlar. La verdad es que las dos son muy amables. La señora Riley es una auténtica dama. Me recuerda muchísimo a Mira Hannigan.

Cuando llevamos charlando poco menos de una hora, Ryan aparece por el camino que bordea la casa. Se ha cambiado de ropa. Ahora lleva unos vaqueros, una camiseta roja y las Ray-Ban Wayfarer que le quedan tan maravillosamente bien. Camina hasta su hermano Spencer y comienza a jugar con los chicos. Parece joven y despreocupado, y verlo así es fantástico.

Carson sale de la casa y llama a Meredith. Cuando se reúne con él, Carson le pone el brazo sobre el hombro y comienzan a pasear, atravesando los inmensos jardines. Se los ve felices y compenetrados. Una de esas parejas que han nacido para estar juntas.

—Maddie, ¿te importa quedarte con Olivia? Tengo que entrar un momento.

—Claro.

Thea articula sin voz un «gracias» y se dirige rápidamente al interior de la casa. Yo cruzo los brazos sobre la mesa y me inclino para observar cómo dibuja la pequeña.

—¿Quieres dibujar conmigo? —pregunta hablando de esa manera tan encantadora en la que lo hacen los niños, con pausas entre las palabras pensando cómo decir lo que quieren decir.

—Me encantaría —respondo con una sonrisa—. ¿Qué dibujamos?

La niña coge la cera rosa de su caja de crayons y me la entrega.

—Ponis —contesta muy convencida.

Sonrío otra vez y comienzo a dibujar un pequeño caballito en la parte superior del folio.

—¡Tío Ryan! —exclama la niña alzando la cabeza y bajando atropellada de la silla.

Yo también alzo la mirada y lo veo de pie a unos pasos de mí. Olivia levanta los brazos y él la coge inmediatamente. Se sienta con la pequeña en su regazo en la silla perpendicular a la mía, de nuevo a mi lado.

—¿Dónde estabas, tío Ryan?

—Jugando al fútbol. Dándole una paliza a tu padre —susurra con una sonrisa inmensa.

Ella ríe encantada. Está claro que adora a su tío. Yo, que continúo dibujando un caballito rosa, no puedo evitar sonreír.



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