Soy una mujer by Ann Bannon

Soy una mujer by Ann Bannon

autor:Ann Bannon
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2013-06-04T22:00:00+00:00


DIEZ

«Merrill Landon. Merrill Landon. Mi padre. Mi padre viene a Nueva York. Jamás en la vida se pierde ese acontecimiento. Acude todos los años. Ay, Dios mío, ayúdame».

Laura iba en el metro hacia el trabajo con los puños cerrados en el regazo y la cara como una máscara impenetrable que ocultaba el tormento interior.

«No sabe que estoy aquí, eso es lo único bueno. Además, nunca me encontraría. ¿Cuánto tiempo se quedará? Tiene que salir en el periódico. Debió de pasárseme en el desayuno».

Al salir del metro compró el Times en la esquina y se lo llevó a la oficina, impaciente por consultarlo. Sarah ya estaba allí.

—Hola, guapa —dijo.

Laura la miró, sobresaltada.

—Hola. ¿A quién le dices guapa?

—A ti. Tienes que serlo, ahora que te has echado novio.

Laura la miró sin comprender, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera la presencia de su padre en la ciudad. Por fin se le hizo la luz.

—Ah, te refieres a Jack.

—¿Has hablado con él?

—Ah, sí. Sí.

Pero ¿de qué le estaba hablando Sarah? ¿De qué se suponía que…? Entonces lo recordó. Le había prometido a su compañera de trabajo que le organizaría una cita con algún amigo de Jack. De pronto se sintió de lo más abatida. Todos esos informes que deberían estar ya terminados. Mentiras que contar ya desde las nueve de la mañana. Merrill Landon en algún lugar de Nueva York… Era demasiado. El día se alargaba ante ella como una interminable carrera de obstáculos.

—¿Qué dijo? —preguntó Sarah ansiosa.

—Que está en ello. Seguramente para el fin de semana.

—Eso sería genial.

Laura tenía que ver el periódico, lo necesitaba. Notaba cómo la llamaba desde encima de su mesa, asomando entre informes y haciendo imposible encontrar nada. Su nombre sonaba en la cabeza de Laura como la melodía machacona de un anuncio de televisión.

Fue una jornada ajetreada. Sarah nunca se tomaba un descanso los días en que iban retrasadas, pero nada habría detenido a Laura. A las once se levantó y casi corrió hasta los lavabos con el periódico en la mano. Era consciente de que estaba temblando mientras pasaba las páginas una y otra vez hasta que de pronto lo encontró al final de la doce: «Chi Delta Sigma, la fraternidad de periodistas americanos, empieza hoy su convención en el hotel McAlton. La convención durará hasta el próximo sábado, cuando…», etcétera. Se incluían el programa, unos cuantos nombres, la junta directiva… Allí estaba, Merrill Landon, secretario. Laura cerró los ojos y dejó escapar un pequeño gemido.

El día avanzó con lentitud. Escribió a máquina hasta que las pequeñas teclas redondas parecían pesar un kilo bajo sus dedos, y sin embargo los informes seguían acumulándose. Laura siguió encorvada ante la máquina de escribir largo rato después de que las demás se hubieran marchado a casa. Su intención era trabajar, pero no lo consiguió. Sentía ganas de llorar y no podía hacerlo. Quería moverse, hablar con alguien, pero se quedó allí sentada hasta que el dolor de espalda la hizo gemir. Entonces se puso en pie con dificultad y vaciló unos instantes, perdida y sin rumbo.



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