Silencio de Blanca by José Carlos Somoza

Silencio de Blanca by José Carlos Somoza

autor:José Carlos Somoza
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Intriga
publicado: 1995-12-31T16:00:00+00:00


«1839, Valldemosa.

Amigo Pleyel: me gustaría poder comunicarle que mi salud corre pareja a mi estado de inspiración, pero por desgracia no es así: mi cuerpo no me obedece, salvo las manos, que uso para escribirle a usted y para tocar. Estoy enfermo de tisis: vomito hilos rojos que trenzan un telar desde mis labios hasta las paredes de mi celda, incluso rellenan los filos de las teclas largas en el piano. Mitos, amigo Pleyel, está resultando semejante a mis últimas obras: concisa, constante, seca, debilitadora. Parece la palabra de un hombre muerto. Me atormenta, amigo mío, la idea de terminar mis días en la caverna fría y oscura de esta celda, pero debo resignarme ante el destino que me aguarda. Y, sin embargo, qué contarle de mis visiones. Asómbrese ante esta revelación: George (Aurore) no existe. Ayer vi su rostro entero en la noche, fuera del monasterio. Quiero decir que lo contemplé en el cielo, gigantesco como Dios: el perfil lo formaban los árboles desgarrados, la luz de la luna y los jirones de nubes partidas. No le miento: la cara de Aurore abarcaba todo el cielo. Su ojo era el círculo albino de la luna, y su contorno un halo de estrella lejana; los labios eran la madeja de la niebla nocturna: tan enormes eran sus labios que al abrirse para hablarme me envolvieron, y aunque no entendí sus palabras, percibí el aliento helado de la noche y la humedad infinita de una lengua invisible. Regresé al monasterio empapado por ese beso descomunal, cubierto por el rocío de su boca.

Usted replicará para tranquilizarme: ¡no existe, sólo es una visión! Yo le respondo: precisamente por eso me tortura. Es una visión, en efecto, y, por lo mismo, inalcanzable y perfecta como la música o la propia luna.

El terror de un sueño es su absoluta indefensión: se tiende junto a nuestra conciencia como un perro blanco, escuálido y fiel.

Todo lo que no existe permanece para siempre.

Mi cruda enfermedad, que casi palpo en mi pecho, me llevará a la muerte, pero ¡ese sueño inagotable y vacío que levita por encima de mi cuerpo moribundo...!»



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