Senderos cubiertos de rosas by Rachel Ripley

Senderos cubiertos de rosas by Rachel Ripley

autor:Rachel Ripley
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
publicado: 2014-10-04T21:00:00+00:00


CAPITULO VI

Eran las seis de la mañana cuando Laura se despertó al día siguiente. Bostezó ampliamente y se acurrucó entre las sábanas, deseando dormir un rato más. Cuando ya cerraba los ojos y decidió levantarse, para llegar pronto. En media hora estuvo lista y salió hacia las oficinas de la tienda de Sara. Siempre que tenía mucho trabajo, le gustaba llegar temprano y trabajar en el silencio de la madrugada, antes de que llegaran sus compañeros. Una vez allí, se sentó a su mesa, encendió el ordenador y comenzó a pasar el borrador del informe financiero que Sara necesitaba de cara a la apertura de la sucursal de Nueva York.

Llevaba trabajando casi dos horas cuando alguien llamó a la puerta del despacho, al tiempo que la abrió y entró Patricia, la asistente personal de Sara. Traía un paquete en la mano.

– Hola, buenos días, madrugadora – sonrió – ¿te pongo un café?

– Me salvarías la vida – sonrió Laura a su vez.

– Han traído esto para Sara – dejó un pequeño paquete envuelto en papel marrón sobre la mesa – lo acaba de traer un mensajero. “Máxima prioridad” ha dicho – remedó en tono burlón – No puedo quedarme porque me han llamado de la guardería diciéndome que el niño tiene fiebre y tengo que ir a por él. ¿Te importaría dárselo tú?

– En absoluto, si antes de irte me pones ese café.

– Hecho.

– Espero que tu hijo esté bien.

Patricia asintió.

– Sí, lleva unos días acatarrado, y de vez en cuando le da fiebre. Ahora vengo.

Regresó a los pocos minutos llevando una bandeja con un café humeante y una magdalena.

– Eres un ángel – sonrió Laura.

– Ya lo sé – sonrió burlona – dile a Sara que le he dejado todas las citas apuntadas en la agenda, y que lo siento mucho. Me largo pitando.

– Tranquila, yo se lo digo.

Laura quitó el papel a la magdalena y se la comió mientras bebía el café a pequeños sorbos. Cuando terminó, apartó la bandeja y continuó con su trabajo. Al cabo de un rato oyó la puerta del despacho de Sara y se levantó para darle el paquete, porque no quería olvidarlo.

– Buenos días – saludó golpeando la puerta con los nudillos.

– Hombre, eso de buenos... – replicó Sara – Patricia se ha ido, y sin ella esto es un caos y, por si fuera poco, Óscar ha llamado diciendo que tiene la gripe y que no va a venir, así que si antes estábamos apretados con lo de Nueva York, ahora vamos fatal.

– No te agobies, podremos con ello – la tranquilizó Laura – Ah, me ha dejado esto Patricia para ti – la tendió el paquete.

– ¿Qué es?

Laura se encogió de hombros.

– Según el mensajero que lo trajo, “gran prioridad”, o algo así. Quizá sean los folletos de la imprenta.

– Lo que me faltaba, malas noticias, seguro. Y con lo de Miriam, no he podido pegar ojo en toda la noche – suspiró frotándose los ojos.

Laura asintió.

– A mí también me costó mucho dormirme.



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