Comer y amar, todo es empezar by Mayte Esteban

Comer y amar, todo es empezar by Mayte Esteban

autor:Mayte Esteban [Esteban, Mayte]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-07-17T16:00:00+00:00


* * *

Después de recoger, Carlos se fue al picadero para preparar a los caballos. Su semental, castaño, con la cola, la crin y las patas negras, esperaba junto a Leyenda. Tenía cuatro años y era un caballo árabe que le había regalado su tío por su veintiún cumpleaños. Carlos adoraba al animal, aunque su relación distaba mucho de ser tan especial como la que tenían Paola y la yegua blanca, una en la que la complicidad entre ambas hacía que, cuando la montaba, parecieran un solo ser. A pesar de ello, a Carlos ni se le pasaba por la cabeza deshacerse jamás de Canalla. Quizá por eso sentía que la decisión de Paola de vender a Leyenda era un error del que se acabaría arrepintiendo.

El nombre del caballo de Carlos tenía su propia historia. Se lo había puesto porque, cuando lo trajeron, lo primero que hizo fue robarle la comida a otro de los sementales, a pesar de que era un canijo y podría haber salido muy mal parado. Pero Canalla, ya desde ese momento, demostró que era mucho más rápido que el resto, y se escapó del otro caballo a tiempo de evitar llevarse un buen mordisco. A Carlos, Canalla le pareció el mejor nombre para ese potrillo caradura que le había regalado su tío.

Paola llegó vestida para la ocasión. Carlos no pudo evitar pensar en lo guapa que estaba, lo bien que le quedaba la ropa de montar: los pantalones ajustados y elásticos se ceñían a su cuerpo, dejando ver sus sugerentes curvas. Para ese día había elegido unos blancos, como Leyenda, que a Carlos eran los que más le gustaban, aunque nunca se permitiría decirlo en voz alta. Ella se había puesto un cortavientos negro y las botas altas de piel, también negras. Cuando bajó del coche, tenía en las manos el casco y los guantes. Completaba el atuendo la hermosa sonrisa que le dedicó cuando llegó.

Él, por su parte, iba vestido de manera similar, pero con los pantalones negros y el cortavientos marrón claro. Con esa ropa, muy lejos de la que se ponía para trabajar todos los días en la limpieza de los animales, y recién afeitado, Paola volvió a pensar que estaba guapísimo.

—Veo que ya estáis preparados —le dijo.

Se pasó los guantes a la misma mano donde llevaba el casco y, con la otra, le dedicó unos mimos a Leyenda. Canalla, un poco celoso, relinchó a la vez que movía la cabeza hacia los lados, lo que provocó que Paola se riera y también le dedicase unas caricias.

—No te pongas celoso, Canalla —le dijo—. También hay mimos para ti.

Carlos, a su espalda, imitó la voz del caballo, lo que hizo que Paola negase con la cabeza.

—¿Tú también?

—No sé por qué me discriminas —dijo Carlos—. Apuesto a que si fuera caballo ya habrías acercado tu frente a la mía y habrías cerrado los ojos…

Paola le estaba mirando con la boca abierta por la sorpresa, desconcertada por las palabras que Carlos pronunciaba. Aunque le conocía



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