Ahora que lo dices by Kristan Higgins

Ahora que lo dices by Kristan Higgins

autor:Kristan Higgins [Higgins, Kristan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2017-02-28T16:00:00+00:00


Capítulo 15

El viernes por la mañana me levanté tarde. Como tenía el día libre, no necesitaba ir con prisas para preparar la cena.

Al final, invité también a Amelia. Gloria me dijo que no tenía vida social, y mi sentido de la obligación luterano hizo acto de presencia. Además, era ella quien firmaba mis nóminas. Un detalle importante.

Ese día no había clases porque el personal educativo tenía jornadas de formación, así que decidí llevarme a Poe a dar un paseo y fui a casa de mi madre. Después de solo veinte minutos tratando de convencerla, en los que recurrí a órdenes, súplicas y sobornos, conseguí que mi preciosa sobrina se pusiera una cazadora vaquera y saliera conmigo.

La carretera de acceso a nuestra propiedad continuaba unos cuantos metros más y se internaba en el bosque, en cuyo límite había un cartel que prohibía tirar basura y bañarse. Rodeé la cadena que bloqueaba el paso y Poe me siguió.

—¿Adónde vamos? —me preguntó.

—A un sitio donde jugábamos tu madre y yo —contesté.

—Qué bien —murmuró.

Atravesamos el bosque por un sendero cubierto de agujas de pino. El viento era agradable y el cielo, de un precioso tono de azul. Las gaviotas graznaban sobre nuestras cabezas y una corneja saltaba de rama en rama, graznando de vez en cuando como si quisiera participar en la conversación.

Poe estuvo a punto de darse de bruces contra un árbol, porque no dejaba de mirar el móvil.

—Aquí no hay cobertura —dijo.

—Vaya por Dios.

—Borde —musitó mientras se metía el móvil en el bolsillo.

—¿Cómo van las cosas en el instituto? —le pregunté.

—Bien.

—¿Quedas alguna vez con Audrey?

—No.

—¿Tienes algún amigo?

—¿Qué sentido tiene hacer amigos cuando voy a regresar a Seattle dentro de unos meses? —me preguntó ella a su vez, con una paciencia más que exagerada.

—Ahí le has dado —repliqué—. Pero sería agradable tener algún amigo. Para cuando vengas de visita a casa de la abuela. —Aparté una rama para no darme en la cara y la sostuve para que Poe pasara. El olor a mar era más fuerte—. Por cierto, me encantaría que vinieras a Boston de visita. Cuando te apetezca. A lo mejor incluso podrías buscar universidad cerca. Hay muchas y muy buenas, además de un sinfín de restaurantes y de actividades interesantes. —Parecía una guía turística.

—¿Tienes un apartamento? —me preguntó.

—De momento no. Vivía con mi novio. Y antes vivía sola en un apartamento estupendo. —Mejor no pensar en eso—. Muy bien, casi hemos llegado.

Salimos del bosque y llegamos a las enormes piedras doradas que conformaban la orilla. La marea había bajado, y el lecho rocoso se veía oscuro allí donde había estado cubierto por el agua una hora antes.

Mis pies no se habían olvidado de nada. Las grietas que tenía que saltar, la piedra inclinada donde podía tomar impulso, la roca elevada donde se acumulaba el agua cuando bajaba la marea. Efectivamente, allí estaba y en el agua había dos cangrejos violinistas, moviéndose en su propio mundo. Sabía moverme por la isla como si nunca me hubiera ido.

Allí estaba la piedra que parecía el perfil de una anciana.



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