Cuentos y cosas by Pedro Muñoz Seca

Cuentos y cosas by Pedro Muñoz Seca

autor:Pedro Muñoz Seca [Muñoz Seca, Pedro]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Relato, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1918-12-31T16:00:00+00:00


CELOS

(Gabinete lujosamente amueblado. Mesa, con papeles y libros, a la derecha. A la izquierda, primer término, un amplio biombo. Puertas en el fondo y en el lateral izquierda. Es de día. La acción en Madrid. Época actual).

ESCENA PRIMERA

JUAN ANTONIO, MIGUEL y DOMINGO, dentro.

Juan Antonio.— (Sentado ante la mesa y repasando unos papeles). ¡Las tres y media ya! Nada: está visto. Este escrito me va a dar la tarde. Siempre deseando que llegue un día festivo para verme libre de clientes y de procuradores y de pleitos, y no sé cómo me las arreglo, que no hay día de fiestas, ni descanso para mí. Menos mal que siquiera esta tarde me dejarán tranquilo. (Se oyen voces dentro). ¿Eh? ¿Quién grita?

Miguel.— (Con voz destemplada). ¡Déjeme usted pasar! ¡Yo entro en esta casa como en la mía! (Juan Antonio se levanta).

Domingo.— ¡Tengo orden de no dejar pasar a nadie!

Miguel.— (Como antes). ¡Qué orden ni qué demonios!

Juan Antonio.— Pero si es Miguel. (Asomándose al practicable del fondo). ¡Miguel!

Miguel.— ¿Está usted viendo?

Juan Antonio.— Vea acá, hombre, vea acá.

ESCENA II

JUAN ANTONIO Y MIGUEL

Miguel.— Pues bonito humor traigo yo para que me pongan obstáculos. (Arroja el sombrero sobre una silla).

Juan Antonio.— (Admirado). Pero… ¿qué es esto? ¿Qué pasa? Tú por aquí a estas horas y con ese gesto. ¿Ocurre algo?

Miguel.— ¡Juan Antonio! (Medio abrazándole, muy afectado).

Juan Antonio.— ¿Eh? ¿Qué es eso?

Miguel.— Soy el más desgraciado de los hombres.

Juan Antonio.— ¿Tú? A ver, explícate.

Miguel.— (Como antes). No te cases, Juan Antonio, no te cases.

Juan Antonio.— Pero…

Miguel.— Estaba escrito; tenía que suceder.

Juan Antonio.— No te comprendo, Miguel.

Miguel.— (Golpeándose la cabeza). ¡Estoy hasta aquí! ¡¡Hasta aquí!! ¿No te decía yo que el trueno gordo se acercaba? Pues ya llegó, ya. Yo no puedo sufrir más, ni aguantar más, ni padecer más.

Juan Antonio.— Vamos, cálmate, Miguel cálmate.

Miguel.— (Cada vez más exasperado). ¡Esto pasa de la raya! ¡Esto no hay quien lo tolere, ni quien lo soporte, ni quien lo resista! Elvira no es una mujer, es una fiera; una fiera indomable. Imposible. ¡No puedo más; mi vida es un infierno!

Juan Antonio.— Pero…

Miguel.— Nada, se acabó; estoy decidido, se acabó.

Juan Antonio.— Pero reflexiona que…

Miguel.— Nada de reflexiones, no vengo aquí a buscar al amigo sino al abogado; nada de reflexiones. Que se vaya a vivir con su madre o con su tía o con el diablo; que me deje de una vez, para siempre; esto no es vivir, no es vivir.

Juan Antonio.— Un poco de calma.

Miguel.— El divorcio se impone. ¡Nada! ¡No me argumentes nada! ¡El divorcio! ¿Lo oyes bien? ¡El divorcio!

Juan Antonio.— Vamos, siéntate; explícate…

Miguel.— (Cada vez más excitado). No hay paciencia posible, no hay quien lo resista, no podemos vivir los dos bajo el mismo techo. Imposible. ¡Imposible!

Juan Antonio.— ¡Al año de casados! ¡En plena luna de miel!

Miguel.— ¡Qué luna ni qué rábano! A su lado es inconcebible la felicidad.

Juan Antonio.— Pero ¿por qué, hombre, por qué?

Miguel.— Es horrible, exageradamente celosa.

Juan Antonio.— ¡Bah! En eso no hace más que imitarte, porque tú…

Miguel.— Si, señor, muy cierto: yo soy celoso, es



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