Rachel se va de viaje by Marian Keyes

Rachel se va de viaje by Marian Keyes

autor:Marian Keyes [Keyes, Marian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T05:00:00+00:00


38

Decidí no utilizar la historia del huevo de pascua, porque me pareció que no decía gran cosa en mi favor. De modo que a la mañana siguiente, cuando llegó la hora de la sesión, casi no había escrito nada. Josephine estaba enfadada.

—Lo lamento —me disculpé. Me sentía como si estuviera en el colegio y no hubiera hecho los deberes—. Es que lo he encontrado muy difícil. —Craso error. Craso, espantoso, enorme error con papada y pistoleras.

Josephine me miraba con un destello amenazador en los ojos, como un tigre a punto de saltar sobre su presa.

—Porque en el comedor había mucho ruido —añadí—. Difícil por eso, únicamente. Lo haré esta noche.

Pero Josephine no estaba dispuesta a tragarse mis excusas.

—Lo haremos ahora —dijo—. No hace falta que escribas nada, bastará con que nos lo cuentes con tus propias palabras.

Mierda.

—Preferiría reflexionar un poco y después escribirlo —protesté; sabía que no conseguiría nada, pero igualmente lo intenté. Si hubiera sido sensata, habría fingido que estaba encantada con aquella repentina sugerencia. Porque en ese caso Josephine no me habría dejado hacerlo.

—No hay nada con el presente. —Josephine sonrió y me miró con crueldad—. Veamos —prosiguió—. Tu hermana vino a verte el domingo, ¿verdad?

Asentí y registré mi lenguaje corporal. Ante la mención de Helen me había cerrado. Me crucé de brazos, y crucé y enrosqué las piernas. Aquello no podía ser. Josephine extraería todo tipo de conclusiones imaginarias de mi postura.

Descrucé los brazos y los dejé caer a los costados. Después descrucé las piernas y las separé, hasta tal punto que Mike creyó que había llegado su día de suerte. Me apresuré a juntar con fuerza las rodillas, consciente de que Mike me había visto las bragas.

—No cabe duda de que tu hermana causó un alboroto considerable el domingo —continuo Josephine.

—Siempre pasa lo mismo —dije.

La excitación de Josephine era palpable.

—Ah, ¿sí? Y tengo entendido que es una chica muy atractiva.

Hice una mueca de disgusto. No pude evitarlo. No es que me importara que Helen o mis otras hermanas fueran muchísimo más guapas que yo; lo que me fastidiaba era la compasión de la gente.

—¿Cuántos años os lleváis?

—Seis. Ella va a cumplir veintiuno —contesté intentando mantener un tono ligero.

—Pareces un poco fría —observó Josephine—. ¿Te molesta que tu hermana sea más joven que tú?

No pude evitar hacer una mueca irónica. De todos modos, hiciera lo que hiciese, se interpretaría negativamente.

Josephine me miró de manera inquisitiva.

—Solo intento poner al mal tiempo buena cara —bromeé.

—Ya lo sé —repuso Josephine con seriedad.

—Que no, mujer. Solo era una broma…

—Supongo que debiste de tener muchos celos cuando nació Helen —me interrumpió Josephine.

—Pues no, la verdad es que no —contesté. Me sorprendió que Josephine errara el tiro. Que no me hubiera hecho llorar y balbucir a la primera de cambio, como le había visto hacerles a Neil y John Joe.

Bah. Espero que sepa afrontar los fracasos.

—Ni siquiera me acuerdo de cuándo nació Helen —dije con sinceridad.

—De acuerdo. Entonces cuéntanos qué sentiste cuando nació Anna —propuso Josephine—. ¿Cuántos años tenías?

De pronto dejé de sentirme segura.



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