Mi vida: Instrucciones de uso by Marian Keyes

Mi vida: Instrucciones de uso by Marian Keyes

autor:Marian Keyes [Keyes, Marian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2016-12-01T05:00:00+00:00


¡Quiero hablaros de mi experiencia con Aung San Suu Kyi! (De ahora en adelante, ASSK).

Todo comenzó con una llamada telefónica. Siempre me asusto mucho cuando suena el teléfono. Le doy empujoncitos con un palo y le grito: «¡Calla, calla! Deja de sonar, te lo ruego. Quédate tranquilito, por favor». Pero por una vez el teléfono no traía una mala noticia, sino una gran noticia. Fue Él Mismo quien contestó. Después entró en la sala, donde yo estaba acurrucada en un rincón, tiritando, y pregunté:

—¿Quién era? ¿Qué quería?

Y Él Mismo dijo:

—¿Te gustaría conocer a Aung San Suu Kyi?

Me quedé mirándolo un rato largo y pensé: «Genial, realmente genial, ahora somos dos pirados en lugar de uno, ya ves, él que siempre me había parecido tan cuerdo». Muy despacio, dije:

—Puedes tomar mis pastillas antilocura. Por lo menos por esta noche, pero mañana tendremos que buscarte un curandero.

Al final resultó que Él Mismo NO ESTABA loco NI ESTABA teniendo alucinaciones. Me explicaré…

Estoy segura de que sabéis quién es ASSK, pero por si no es así, os lo contaré. ASSK pasó quince años bajo arresto domiciliario en Birmania —entre 1989 y 2010— por decisión de la junta militar por tener la osadía de ser elegida democráticamente líder de su país. La junta le dijo en varias ocasiones que podía abandonar Birmania, pero ella sabía que si lo hacía no la dejarían volver, de modo que permaneció en su país, incluso cuando a su marido —que entonces vivía en el Reino Unido porque los birmanos no le daban el visado— le diagnosticaron un cáncer terminal y acabó falleciendo. También fue separada de sus hijos.

Durante sus años de reclusión yo pensaba mucho en ella y en todos los sacrificios que estaba haciendo en nombre de su país; estaba muy impresionada. Cuando las revistas me preguntaban a quién invitaría a cenar, siempre respondía que a ASSK, porque si podía cenar conmigo significaba que la situación en Birmania había mejorado, que ella podía salir y que sus sacrificios habían servido de algo.

Admiraba su fortaleza, su dignidad, su obstinación serena, su inteligencia y, sobre todo, su resistencia. Porque su situación debía de ser horrible. ¿Cómo sobrevivía, segundo tras segundo? ¿En qué momento se dio cuenta de que era la «elegida» de Birmania y todos los sacrificios personales que eso entrañaba? ¿Cuándo comprendió que tenía que dejar a un lado sus apegos personales y el amor por su familia y su marido? ¿Cómo se hizo consciente de que esto no iba a terminar en seis meses, dos años o cinco, de que iba para largo?

Me hacía pensar en esa cita (sé que no es exactamente así) que dice que las personas no nacen grandes, sino que se les impone la grandeza. Debe de ser espantoso. ASSK era una persona corriente; es cierto que su padre negoció la independencia de Birmania de Gran Bretaña, pero ella no buscó ser la salvadora de su país.

Como ya he dicho, yo llevaba mucho tiempo interesándome y preocupándome por ASSK. Sabía que Amnistía Internacional estaba haciendo todo lo posible por ella.



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