Tratado de la vida elegante by Honoré de Balzac

Tratado de la vida elegante by Honoré de Balzac

autor:Honoré de Balzac [Balzac, Honoré de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1829-12-31T16:00:00+00:00


Pero no es la sencillez más que la armonía, ni la armonía más que la limpieza, lo que produce la elegancia: esta nace de una concordancia misteriosa entre estas tres virtudes primordiales. Crearla en todas partes y de modo repentino es el secreto de los espíritus innatamente distinguidos.

Al analizar todas las cosas de mal gusto que afean las indumentarias, las viviendas, los discursos o el porte de un desconocido, los observadores siempre encontrarán que pecan por infracciones más o menos sensibles a esta triple ley de la unidad.

La vida exterior es una especie de sistema organizado que se representa con la misma exactitud con que los colores del caracol se reproducen en su concha. Así, en la vida elegante todo se encadena y se jerarquiza. Cuando Cuvier[40] observa el hueso frontal, maxilar o crural de un animal cualquiera, ¿no infiere toda una criatura, aunque esta sea antediluviana, y no es capaz de reconstruir inmediatamente un individuo clasificado ya sea entre los carnívoros o bien entre los herbívoros? Este hombre no se ha equivocado jamás: su genio le ha revelado las leyes unitarias de la vida animal.

Del mismo modo, en la vida elegante una sola silla es capaz de determinar una serie entera de muebles, tal como la espuela permite suponer un determinado caballo. De tal atuendo se infiere tal esfera de nobleza y de buen gusto. Cada fortuna dispone de su base y su cúspide. Los Georges Cuvier de la elegancia no se exponen jamás a emitir juicios erróneos: nos dirán a qué cantidad de ceros, en la cifra de ingresos, deben pertenecer las galerías de cuadros, los caballos de pura raza, las alfombras de La Savonnerie, los visillos de seda diáfana, las chimeneas de mosaico, los jarrones etruscos y los relojes coronados por una estatua salida del cincel de un Cortot o un David[41]. Traedles un simple colgador: ellos deducirán de él un tocador, una alcoba, un palacio entero.

Este conjunto que la unidad exige rigurosamente, convierte en solidarios todos los accesorios de la existencia: pues un hombre de gusto juega como un artista con una nadería. Cuanto más perfecto es el conjunto, más sensible resulta el barbarismo. Sólo un tonto o un hombre de genio pueden poner una vela en una palmatoria. Las aplicaciones de esta gran ley fashionable las comprendió muy bien una mujer famosa (madame T…)[42], a quien debemos este aforismo:

XXII

Se conoce el buen gusto de una ama de casa con sólo

cruzar el umbral de su puerta.



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