Los Oesterheld by Fernanda Nicolini & Alicia Beltrami

Los Oesterheld by Fernanda Nicolini & Alicia Beltrami

autor:Fernanda Nicolini & Alicia Beltrami [Nicolini, Fernanda & Beltrami, Alicia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-31T16:00:00+00:00


25

Miguel había planeado un encuentro de tres días de formación en Valeria del Mar. Sería una reunión de lectura, debate y aprendizaje de disciplina militante y también una oportunidad para cohesionar al grupo de la UES. Era mediados de diciembre y de los doce estudiantes que iban a participar, todos pertenecían al Bajo. Los del Alto, no bien terminaban las clases, en lugar de tomarse vacaciones tenían que seguir con sus trabajos o sumarse a las tareas familiares. El punto de reunión para tomar el micro fue la casa de Tristán Bauer. Hacía apenas un par de semanas que Tristán se había sumado a la UES, pero ya traía cierta experiencia: a los 12 años proyectaba Operación Masacre en las iglesias y unidades básicas de la zona con un proyector 16 mm Bell & Howell con el que su papá y su padrino pasaban películas en su casa. Casi todos en el barrio conocían a los Bauer, una familia de once hermanos que vivía en una suerte de mansión con las puertas abiertas las 24 horas. Miguel había estado varias veces allí, en tiempos en los que hacía la revista De Pie y Tristán también participaba.

Pero aquella noche, previa a la partida, la casa estaba vacía. Los Bauer, de buen pasar, ya estaban de vacaciones. Mientras los militantes iban llegando y hacían un tour por las habitaciones, el Ruso, un nuevo compañero y amigo de Tristán, trataba de conquistar a Marina sin éxito. Ella respondía de un modo cordial, sin demasiado interés, y cruzaba miradas cómplices con Miguel. Había una afinidad silenciosa con su ex cuñado que no se había alterado a pesar de la separación de Beatriz y el romance de Miguel con Pelito.

A Jorge Anró —otro de los estudiantes al que llamaban Lito— también le gustaba Marina y aunque sus compañeros le decían que ella moría por él, la timidez era más fuerte. Eran militantes dispuestos a hacer una revolución, pero también adolescentes que se sonrojaban frente a la chica que les gustaba. Lito trataba de compensar su falta de arrojo sentimental con su predisposición dentro del grupo: Miguel, que había dividido al grupo en células simulando la estructura de la organización, lo había nombrado a él como responsable de una de ellas. A su cargo habían quedado Marina, Lali y Namba. Ya en Valeria del Mar, después de armar las carpas los cuatro salieron a caminar. La playa, alejada de la ciudad le daba al viaje una buena cuota de aventura de supervivencia. Lito aprovechó para lucirse y les enseñó a juntar almejas y mejillones entre las rocas. A la noche, aquella caminata tuvo su consecuencia dramática: estaba tan insolado y con la piel tan enrojecida, que apenas podía mover los labios para dar las indicaciones sobre la comida. Después de cenar, la temperatura de su cuerpo se mimetizó con el fogón. Todo resultaba tan idílico que el malestar pasó a segundo plano. Ajenos a las fricciones dentro de Montoneros, se asomaban a la militancia desde un micromundo en el que la voluntad colectiva y el intercambio estaba por sobre las disputas de poder.



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