Quiero ser como soy by Ada Miller

Quiero ser como soy by Ada Miller

autor:Ada Miller [Miller, Ada]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1979-01-01T05:00:00+00:00


5

No lo dijo, pero lo decidió de pronto.

¿Por qué no?

¿A qué fin aquella negativa?

No tenía razón de ser. Y Jerry decía la verdad. Ella careció siempre de escrúpulos. ¿Qué más daba uno que otro?

No obstante sentía en su ser el gusanillo del miedo. Por primera vez en su vida sentía aquel miedo desconocido, precisamente por lo desconocido.

Llevaba tratando a Jerry mucho tiempo.

Pero siempre en plan de conocido o de amigo.

De hombre para sus placeres y desahogos jamás.

¿Por qué, de repente, Jerry se empeñaba en conocerla mejor?

Ella no creía tener nada desconocido.

Estaba todo en su cara, en su mirada, en sus actuaciones.

No creía ocultar una doble vida y de hecho no la ocultaba.

Como tampoco ocultaba su forma de vivir.

No hacía como los de su casa, que vivían una mentira y predicaban verdades absurdas.

¿Verdades?

Falsedades ocultas.

¿Acaso todas sus íntimas reacciones pasivas se debían a eso? ¿A tantas trampas como vio desde que cumplió quince años?

Tuvo unos locos deseos de contárselo a Jerry y él, que sabía de la vida y sus secretos en abundancia, le ayudase a dilucidar aquello. ¿Un trauma?

Si fue una niña feliz, crédula, inocente y dichosa hasta los quince años, ¿puede una decepción traumatizar así, destruir así un sentimiento puro?

Suspiró.

Jerry, que la espiaba, dijo quedamente, con una súbita ternura que desconcertó a Domi:

—Se me antoja que tus pensamientos no son gratos, Domi querida.

Ella sacudió la cabeza. Su voz sonó al tiempo que enérgica algo vacía:

—Iré a tu casa y pasaré unas horas contigo.

Jerry no aplaudió. No dijo bravo, no movió un músculo de su amable semblante ni siquiera agitó los ojos color canela.

Alzó una mano por encima de la mesa y comentó de modo amable:

—Pues vamos, Domi. Aquí pago al mes o cuando me parece. Me basta firmar.

Y con los dedos produjo un ruido al eco del cual acudió el camarero con una nota. Jerry puso allí la firma y asió después la zamarra de Domi. Luego se puso la suya. Salieron juntos, uno al lado del otro, pero sin rozarse.

Ya en la calle Jerry alzó un brazo y lo pasó protector por los hombros femeninos. No la apretó contra sí con ansiedad, sino que la llevó sujeta con suma delicadeza, a lo cual Domi no estaba habituada.

Claro que nunca buscó en los hombres ni delicadezas ni placeres intensos. Buscó compañía, pero compañías muy relativas.

Compañía que una vez satisfecha una necesidad puramente fisiológica, se olvidaba, no quedando en su Ser reminiscencia alguna de aquel instante.

Esto podía ser distinto con Jerry, y era porque Jerry, para ella, empezaba a ser diferente a todos los hombres que pasaron por su vida. Estaba convencida de que Jerry no buscaba su propio goce, sino que pretendía despertarlo en ella. Y ella se daba cuenta en aquel instante de que siempre escapó de excesivas intimidades y huyó de los sentimientos como si estos apestaran.

Estuvo a punto de echar a correr. De huir de la proximidad, sin duda peligrosa, de Jerry.

Ella vivía tranquila a su aire. Nunca tuvo demasiadas complicaciones salvo las normales dadas las situaciones negativas que vivía.



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