Oro viejo by Alba M. Vila

Oro viejo by Alba M. Vila

autor:Alba M. Vila [Vila, Alba M.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Young Adult Fiction, Romance
ISBN: 9788418646652
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2023-03-22T23:00:00+00:00


Así comenzó mi viaje mierdemático con múltiples paradas en villa Tortura. Población: yo, yo mismo y el desgraciado de Brian.

Sí, Robert consiguió venir a machacarme con las matemáticas tres veces a la semana y el rayito de luz que había visto al final del túnel se convirtió en un camino. Eran adoquines amarillos en forma de números y aunque daba un rodeo de vez en cuando y tenía que repasar todo lo que había andado, ya no me parecía un cúmulo incomprensible de fórmulas científicas escritas por el mismo Darth Vader.

Pero en esas semanas no solo había aprendido mierdemáticas, sino que había descubierto algo mucho más preocupante de mi persona. Cada vez que Rob me explicaba cómo se resolvía una suma de potencias o la diferencia entre error absoluto y error relativo, me quemaban las ganas de cometer un error mucho más divertido. Empezando por rasgarle la ropa y terminando de rodillas frente a él.

Y, completamente inconsciente de los caminos que tomaba mi cabeza, el muy idiota se disculpaba cada clase por no poder hacerme más hueco en su ya saturadísima agenda. Cuando me lo decía, se me removía un nudo en el estómago y me quería poner de pie y librarle de mi inútil presencia, pero siempre pasaba algo. Escuchaba la puerta del taller cerrarse, o mi padre le preguntaba si se quería quedar a cenar, o me miraba al espejo y me repetía que no podía quedarme de brazos cruzados mientras lo perdíamos todo. Entonces me daba una oportunidad más para aprender a sumar potencias elevadas a x.

En el salón de mi casa, a veces con el sonido del taller de mi padre como banda sonora de mi desgracia, otras veces Rob y yo en completo silencio, creando reglas mnemotécnicas absurdas con subrayadores amarillos y grapas sueltas, me permitía desear tener un futuro con él a mi lado.

Luego recordaba que era un niñato al que le costaba sumar dos más dos, y que no estaba a la altura de alguien como Rob, y se me pasaba.

«Al menos sé resolver un cubo de Rubik. Yupi».

—Has mejorado mucho.

Como todas las tardes que venía a ayudarme, Robert hizo lo de siempre: recogió su calculadora y sus apuntes para marcharse. Y yo volvía a entender que su vida es un lugar al que yo no tenía permitido entrar. Solo podía mirar desde fuera, a través del cristal reforzado como un niño que visitaba el acuario por primera vez.

—Gracias a ti —dije, acariciando el cubo.

—No, todo lo que te he enseñado ya lo sabías, pero no sabías utilizarlo. —Rob cerró su estuche y me hizo recoger todos mis bolígrafos con una mirada. Tuve que aceptarlo—. Estoy muy orgulloso.

Y, aunque su orgullo era como un foco de luz dorada que me bañaba de pies a cabeza, era extraño sentir que yo también estaba orgulloso de mí mismo. Y jamás me había sentido así. Estaba luchando por tener algo a lo que aferrarme, algo que estuviera construyendo yo sin que nadie me lo hubiera regalado por mi cara bonita.



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