Orgullo y placer by Sylvia Day

Orgullo y placer by Sylvia Day

autor:Sylvia Day [Day, Sylvia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-25T05:00:00+00:00


10

Hasta ese momento, Eliza nunca había apreciado las auténticas cualidades curativas de las sales de baño. Jasper había insistido en que se diera un baño antes de irse y le había sugerido que se diera otro por la mañana. Tras hacer caso de su consejo, se sentía mucho mejor, aunque todavía le dolían algunas partes de su cuerpo que prefería no nombrar.

Estaba muerta de hambre, como si hubiera estado practicando alguna actividad física extenuante. Desayunó más de lo habitual y se quedó sentada a la mesa un rato cuando su tío ya se había retirado.

A la luz del sol de la mañana que entraba por la ventana, a su espalda, leyó el periódico para distraerse un rato. Sabía que tenía cosas importantes en que pensar, pero no quería hacerlo todavía. En vez de eso, empezó a pensar en el vals. Pensó en su estructura y en cómo había aprendido a bailarlo ella y luego pensó en cómo mejorar esa técnica de enseñanza.

Jasper la visitaría aquella misma mañana para recibir su primera clase de baile. Eliza estaba impaciente por enseñarle, para así poder bailar con él en público. Se estremeció al pensar que estaría entre sus brazos a la vista de todo el mundo. Sería un desafío delicioso mantener una actitud decente mientras estaba pegada a su cuerpo.

Pasó una página del diario y movió un pie al ritmo de la música que sonaba en su cabeza. La noche anterior había regresado a casa a las diez de la noche y ya no había vuelto a salir. Le bastaba con leer las crónicas de los distintos actos sociales en los periódicos. Hacía ya un tiempo que había llegado a la conclusión de que las crónicas eran más entretenidas que la realidad.

—Eliza.

Alzó los ojos y vio que su tío había vuelto.

—¿Sí, milord?

Él rodeó la larga mesa con el ceño fruncido. Ella se fijó en que llevaba todas las piezas de ropa en su sitio, lo que no era demasiado habitual y tenía mucho mérito por parte de su ayuda de cámara.

—El conde de Westfield está aquí —respondió Melville, deteniéndose a su lado.

—¡Oh!

—Me ha expresado su deseo de proponerte matrimonio.

Ella se quedó mirando a su tío y luego parpadeó.

—¿Perdón?

—Quiere casarse contigo. Y hablar contigo. Te espera en la salita.

Eliza dobló el periódico con cuidado mientras sus pensamientos echaban a correr en todas direcciones, tropezándose unos con otros. Con el cerebro incapacitado por la sorpresa, se centró en el tapete de encaje que adornaba la mesa. La mirada se le desvió luego hacia el candelabro que había en el centro de la mesa. Estaba rodeado por una corona de rosas, igual que ella, que de repente estaba rodeada de proposiciones de matrimonio.

Melville se aclaró la garganta y le apartó la silla para que se levantara.

—No era consciente de que tuvierais una relación tan cercana.

Ella se levantó.

—Casi no nos conocemos.

—Sería un enlace excelente; mucho mejor que con Montague.

—Desde luego —corroboró Eliza, agarrándose del brazo de su tío y yendo con él hasta la puerta.

Westfield era guapo, rico y muy respetado.



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