Noventa y tres by Victor Hugo

Noventa y tres by Victor Hugo

autor:Victor Hugo [Hugo, Victor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1874-01-01T05:00:00+00:00


VI

EL ALMA DE LA TIERRA PASA AL HOMBRE

Los insurrectos de Vendea no pueden calcularse en menos de quinientos mil entre hombres, mujeres y niños. Medio millón de combatientes es la cifra que da Tuffin de La Rouarie.

Los federalistas les ayudaban: la Vendea tuvo por cómplice a la Gironda. La Lozère envió treinta mil hombres al Boscaje. Ocho departamentos se coaligaron, cinco en Bretaña, tres en Normandía. Evreux, que fraternizaba con Caen, se hizo representar en la rebelión por Chaumont, su alcalde, y por Gardembas, uno de sus notables. Buzot, Gorsas y Barbaroux en Caen, Brissot en Moulins, Chassan en Lyón, Rabaut Saint-Étienne en Nimes y Duchâtel en Bretaña, todas estas bocas atizaban la hoguera.

Hubo dos Vendeas: la grande, que hacía la guerra en los bosques, y la pequeña, que la hacía en los matorrales; es el matiz que separa a Charette de Jean Chouan. La pequeña Vendea era cándida, la grande era corrupta; la pequeña valía más. Dicho lo cual, Charette fue hecho marqués, teniente general de los ejércitos reales y gran cruz de San Luis, y Jean Chouan se quedó en Jean Chouan. Charette confina con el bandido; Jean Chouan con el paladín.

En cuanto a aquellos jefes magnánimos, Bonchamps, Lescure, La Rochejaquelein, todos se equivocaron. El gran ejército católico fue una empresa insensata; estaba prometida al desastre. ¿En qué cabeza cabe un huracán de campesinos atacando París, una coalición de pueblos sitiando el Panteón, una jauría de villancicos y de oremus ladrando en torno a la Marsellesa, un traqueteo de zuecos arrojándose sobre la legión de los espíritus? Le Mans y la Savenay castigaron aquella locura. Vendea no debía cruzar el Loira: lo podía todo excepto dar esta zancada. La guerra civil no conquista: pasar el Rin completa a César y engrandece a Napoleón, pero pasar el Loira mata a La Rochejaquelein.

La verdadera Vendea es la Vendea en sí misma; allí es más que invulnerable: es imposible capturarla. En su territorio, el vandeano es contrabandista, labrador, soldado, pastor, cazador furtivo, salteador, cabrero, campanero, campesino, espía, asesino, sacristán y bestia salvaje.

La Rochejaquelein no pasó de un Aquiles; Jean Chouan fue un Proteo.

Vendea abortó. Otras revoluciones triunfaron; la de Suiza, por ejemplo. Hay marcada diferencia entre el insurgente de la montaña, como el suizo, y el insurgente de los bosques, como el vandeano, y esta diferencia proviene de la fatal influencia del medio. Uno se bate por un ideal, otro por unos prejuicios. El primero planea en las alturas, el segundo se arrastra por el suelo; uno lucha por la humanidad, el otro por la soledad; aquél quiere la libertad, éste el aislamiento; uno sueña con la Comuna, el otro con la parroquia. «¡Comunas, Comunas!», gritaban los héroes de Morat[168]. El insurrecto suizo se enfrenta a precipicios, el insurrecto vandeano a marismas; aquél es el hombre de los torrentes y de las espumas, éste es el de los pantanos de donde salen las fiebres; el primero tiene encima de la cabeza el azul del cielo, el segundo bosque bajo; uno se encuentra en una cima, el otro en la sombra.



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