Skulduggery Pleasant by Derek Landy

Skulduggery Pleasant by Derek Landy

autor:Derek Landy [Landy, Derek]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2007-04-01T16:00:00+00:00


13

LA MANO ROJA

UÉ tal te encuentras?

Stephanie se encogió de hombros y el movimiento estuvo a punto de arrancarle un quejido. Le dolía todo el cuerpo.

—Bien —dijo.

Skulduggery la miró de reojo sin dejar de conducir.

—¿Te duele algo? ¿Tienes alguna herida?

—No, solo algún que otro moratón. Estoy bien, en serio. No te preocupes por mí.

—Stephanie, acabas de caer desde lo alto de un edificio.

—Sí, pero las ramas han amortiguado la caída. Todas y cada una de ellas.

—¿Y no te han hecho daño?

—Hombre, digamos que hubiera preferido que estuvieran almohadilladas…

—Has estado a punto de no contarlo, ¿sabes?

—Sí, pero estoy viva.

—Ya, pero podrías no estarlo.

—Sí, pero lo estoy.

—Vale, eso no te lo puedo negar, pero también es cierto que te has salvado por los pelos. Este asunto ya me ha hecho perder a un amigo muy querido, y no quisiera por nada del mundo perder a otra.

Stephanie lo miró.

—¿Me estás queriendo decir que sentirías mucho mi muerte?

—Bueno, tanto como mucho…

—Pues si me enseñas algo de magia, tal vez no me haga tanto daño la próxima vez que nos metamos en una de estas.

—Acabas de decir que no te habías hecho daño.

—¿Estás de broma? He caído desde lo alto de un edificio, ¡por supuesto que me he hecho daño!

—Stephanie…

—Dime, Skulduggery.

—A veces te pones verdaderamente apestosa.

—Sí, ya lo sé. Bueno, ¿dónde vamos?

—Vamos a ver si podemos encontrar la puerta de las cuevas, y luego pensaremos en cómo encontrar la llave que la abre.

Media hora más tarde estaban frente a la casa de Gordon. Stephanie salió del coche lo mejor que pudo y siguió a Skulduggery, que ya estaba pasando por la puerta de entrada.

El sótano estaba frío y oscuro, y la solitaria bombilla que pendía del techo plagado de telarañas no servía de gran ayuda. El suelo estaba invadido de trastos y chatarra que se habían ido acumulando a lo largo de los años, y de vez en cuando se oía un rebullir de ratas en los rincones más oscuros. A Stephanie no le daban mucho miedo las ratas, pero aun así procuró mantenerse en la zona iluminada.

Skulduggery no tenía tantos reparos, y se puso a examinar las paredes escrutándolas cuidadosamente palmo a palmo. De cuando en cuando daba golpecitos con los nudillos, murmuraba para sí y seguía con su inspección.

—¿Crees que esto es como la entrada del Santuario? —preguntó Stephanie—. ¿Estás buscando algún pasadizo secreto?

—Me parece que ves demasiadas películas de casas encantadas.

—Pero estás buscando un pasadizo, ¿no?

—Bueno, sí —admitió Skulduggery—. Pero es una mera coincidencia.

Stephanie se subió un poco la manga derecha, vio que tenía una fea magulladura y volvió a taparse el brazo antes de que Skulduggery la viera.

—¿Crees que fue Gordon quien construyó el pasadizo?

—No, estaba incluido en los planos originales de la casa. Hace unos cuantos siglos, en esta casa vivió un mago.

—¿Y fue él quien construyó el pasadizo que lleva a las cuevas? ¿No dijiste antes que esas cuevas son una trampa mortal para los magos?

—Sí, eso dije.

—Y entonces, ¿para qué quería hacerse un atajo? ¿Tan tonto era?

—No, era simplemente malvado.



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