No soy una princesa by Tamara Marín

No soy una princesa by Tamara Marín

autor:Tamara Marín
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2017-03-07T23:00:00+00:00


18. No podemos volver a quedar

Había sido un idiota. Yo presumía de ser muy listo y de no pensar con la polla, pero eso mismo había hecho la noche anterior. Fui incapaz de negarme cuando me lo pidió por favor. ¡Por favor! Una cosa que yo llevaba desenado desde el mismo momento en que la vi, y me la pedía por favor. La noche fue muy bien, pero estuvo muy lejos de lo que yo quería de Olivia.

Aquella mujer era increíble. Tenía una cara y un cuerpo de infarto, pero yo quería más y la noche anterior solo me dio eso, su cuerpo.

A la mañana siguiente ya no había palabras dulces ni me pedía nada por favor, se mostró fría y distante, y yo tuve claro que la cagada había sido monumental. Había caído como un quinceañero, todos los buenos propósitos de no acostarme con ella se habían esfumado en el momento en que me lo pidió por favor, y ahora tocaba asumir las consecuencias. Esa mañana la llamé un par de veces, pero no me contestó. Nada que no esperara, pero no por eso me mosqueaba menos.

Pasadas las seis de la tarde me escribió un wasap. Ni siquiera fue capaz de llamarme. Quería quedar en un bar cercano para hablar conmigo, eso no presagiaba nada bueno. ¡Mierda!

Cuando llegué la vi sentada en una mesa mirando el móvil. ¡Estaba tan buena…! Todos los hombres que había a su alrededor la observaban embobados. Claramente, con Olivia no iba eso que dicen de que cuando te gusta alguien lo ves más guapo de lo que en realidad es, ella era guapísima y todo el mundo lo veía. Miraba su móvil ajena a todo. Me senté en la silla de enfrente.

—Bueno, acaba con esto rápido. Venga, suéltalo. —Cuando levantó los ojos sentí pena por ella. Estaba perdida, no tenía ni idea de qué hacer con sus sentimientos.

—Hugo, no podemos volver a quedar.

—Eso lo tenía claro. Si has acabado, tengo mucho trabajo. Que te vaya bien el día.

No di tiempo ni a que se acercara el camarero. Yo no sabía bien qué hacía, pero Olivia estaba acostumbrada a que los hombres la siguieran como perritos falderos; tendría que buscar otra táctica o la perdería. Solo esperaba que, durante el proceso, no se acostara con muchos, porque no lo llevaría demasiado bien, por decirlo suavemente.

Dejé pasar una semana sin molestarla lo más mínimo. Me costó mucho no llamarla por teléfono, me vi en muchos momentos con su número marcado, pero no la llamé. No sabía bien lo que estaba haciendo, pero tenía que actuar de una manera diferente a la que Olivia esperaba, o me daría la patada definitivamente.

De mi lado tenía a Laura, que había decidido ayudarme. Preferí dejar a María al margen de las historias de los adultos.

Esa misma noche recogí a Daniel y fuimos a casa de Olivia. Al picar al timbre me sudaban las manos. Si mi plan no funcionaba no se me ocurría nada más que hacer. Abrió Laura, que



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