No lo llames deseo by Noelia Amarillo

No lo llames deseo by Noelia Amarillo

autor:Noelia Amarillo [Amarillo, Noelia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-31T16:00:00+00:00


33

Cancamusa

Dicho o hecho con que se pretende desorientar a alguien para que no advierta el engaño de que va a ser objeto.

Viernes, 12 de octubre de 2018

Había salido en cinco ocasiones con Iskra al cine, todas ellas los dos solos. También habían ido al zoo un domingo y otro al parque de atracciones. Uriel se les había unido las dos veces. Habían visitado, de nuevo los tres, el Museo del Prado y el de Arqueología, también en domingo. Seguían comiendo juntos de lunes a viernes. Y a veces también los domingos. Pero nunca los sábados.

Y seguía vivo.

Aunque no por mucho tiempo, pensó al sentir cómo se le tensaba la entrepierna cuando Iskra pasó junto a él. La falta de riego sanguíneo en el cerebro producida por el exceso de erecciones que sufría no podía ser buena. Probablemente acabaría con él antes que Pavel. Y con más rapidez y menos dolor, lo cual era un punto a su favor.

Apartó enfadado el plato a medio comer. Estaba harto de empalmarse sin control.

—¿Qué te pasa? —le preguntó preocupada Iskra. Últimamente Calix estaba muy susceptible y se enfadaba por cualquier tontería, sobre todo con Uriel.

—No me apetece dar clase —dijo lo primero que se le ocurrió. Aunque no mentía, pues odiaba dar clases a Albena y a Rayna.

—Lo que te pasa es que estás frustrado —rebatió Uriel—. Y sabes de sobra cuál es la solución a todos tus problemas. Si me dejaras, te libraría de ellos en menos tiempo del que tardo en comerme un chupachups. —Frotó la lengua contra el interior de la mejilla, de manera que parecía que tenía un chupachups, u otra cosa más grande y gorda, en la boca.

—Vete a la mierda —gruñó Calix abandonando el taller.

Iskra miró confundida a Uriel. Tenía el aspecto de un gato malvado que acababa de comerse al pobre pajarito. Y, sin embargo, no había dicho nada que explicara por qué Calix se había enfadado tanto. Desde luego, no había quien los comprendiera.

Sacudió la cabeza y fue tras él. Uriel se interpuso entre ella y la puerta.

—Déjalo un rato a solas, necesita tranquilizarse.

—¿Por qué está siempre tan irritado? —le preguntó preocupada.

—Ya sabes el dicho: la primavera la sangre altera… —señaló jovial.

—Pero no estamos en primavera —repuso enfadada encarándose a él—. No me tomes por tonta, no lo soy. Le has dicho algo que le ha sentado muy mal, no deberías hacerlo rabiar. Bastante inquieto está ya con la boda como para que lo estés picando continuamente. —Le clavó el índice en el pecho—. No me parece bien que…

Uriel se echó a reír ante su indignación. Le encantaba verla cabreada, tal vez porque era difícil enfadarla. Alzaba la barbilla como una reina, sus cejas oscuras se quedaban rígidas, sus ojos llameaban y su boca… Ah, su boca. Cuando se enfadaba era tan apetitosa que le costaba contenerse y no besarla. Y, de hecho, no iba a contenerse.

La agarró por los brazos para acercarla a él, pero ante el ligero roce de sus dedos ella se encogió y un quedo lamento escapó de sus labios.



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