Luz en la tormenta by Nora Roberts

Luz en la tormenta by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1989-01-01T05:00:00+00:00


8

—Es increíble lo rápido que está creciendo —con orgullo de abuela y luciendo un nuevo y elegante peinado, Amanda se sentó en la mecedora de la habitación del pequeño, con el bebé en sus brazos.

—Sí, nadie diría que nació prematuramente —dijo Laura, sin saber aún cómo comportarse con su suegra. Con movimientos tranquilos, siguió doblando la ropita recién sacada de la secadora—. Lo hemos llevado hoy a hacerle una revisión, y el médico dice que está sano como un roble —se llevó un pequeño pijama a la mejilla, y disfrutó de la suavidad aterciopelada de la prenda, que sin embargo no podía compararse a la de la piel de su hijo—. Quería darte las gracias por recomendarme al doctor Sloane, es fantástico.

—Me alegro de que te guste, pero no hace falta la palabra de un pediatra para saber que el niño está completamente sano, mira la fuerza que tiene —Amanda rio con suavidad mientras Michael se aferraba a su mano, pero lo detuvo cuando el niño quiso chupar su anillo de zafiros—. Tiene tus ojos.

—¿De verdad? —entusiasmada, Laura fue hasta ellos. El niño olía a polvos de talco… y Amanda a París—. Ya sé que aún es demasiado pronto para saberlo, pero tenía la esperanza de que fuera así.

—No hay duda —Amanda continuó meciendo al niño, mientras observaba con atención a su nuera—. ¿Y qué me dices de tu revisión?, ¿cómo estás?

—Estoy bien —dijo Laura, pensando en la hoja de papel que había guardado en el cajón superior de su tocador.

—Pareces un poco cansada —comentó Amanda. Su voz, carente de inflexión alguna, sonó brusca y práctica—. ¿Te has movido ya para intentar buscar ayuda?

Laura irguió la espalda de forma automática.

—No necesito ninguna ayuda.

—Sabes tan bien como yo que eso es una tontería. Con una casa tan grande como esta, un marido exigente y un niño pequeño, está claro que te iría bien que alguien te echara una mano, pero haz lo que quieras —Michael empezó a gorjear, y Amanda lo contempló embelesada—. Habla con la abuelita, cariño. Dile a la abuelita lo que pasa.

El niño respondió con más sonidos ininteligibles, y Amanda se echó a reír.

—Eso es, dentro de nada empezarás a hablar sin parar. Acuérdate de que una de las primeras cosas que tienes que decir es «mi abuelita es preciosa». Eres un cielo —le dio un beso en la frente, y le dijo a Laura—: Hay que cambiarle los pañales a este muchachote, y estaré más que encantada de dejarte la tarea a ti.

Con lo que ella consideraba uno de los privilegios de ser la abuela, Amanda le entregó el bebé mojado a su madre, y continuó sentada mientras Laura llevaba al niño al cambiador.

Había un montón de cosas que habría querido decir. Estaba acostumbrada a expresar sus opiniones alto y claro… y si era necesario, a darle en la cabeza con ellas a cualquiera que se le pusiera a tiro. No le gustaba nada tener que morderse la lengua, pero había averiguado lo suficiente sobre los Eagleton y sobre la vida que Laura había tenido con ellos para saber que era lo mejor.



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