Luis XIV, El Rey Sol by Jose Maria De Areilza

Luis XIV, El Rey Sol by Jose Maria De Areilza

autor:Jose Maria De Areilza
La lengua: es
Format: mobi
Tags: nonfiction
publicado: 2011-08-12T22:00:00+00:00


El Edicto de Nantes, de 1598, había traído la paz y la libertad religiosa a Francia. Fue una concesión regia a los hugonotes, que, alarmados por la abjuración de Enrique IV y su aceptación del catolicismo en 1593, creaban una situación de peligrosa agitación política y militar en todo el país. El edicto se había negociado largamente, como un tratado de paz entre beligerantes. Las concesiones de Enrique IV fueron generosas: libertad de culto, devolución de los templos, autorización de abrir nuevos, garantías territoriales.

Durante la Fronda, la gran mayoría de los hugonotes apoyó la causa de Luis XIV; mas, a pesar de ello, el Rey Sol decidió ir hacia la unificación religiosa por considerarla necesaria para la unidad política de su monarquía. La campaña empezó en 1661 con una restricción implacable de cuanto se autorizaba explícitamente en el edicto a los protestantes.

Otro de los capítulos qué puso en marcha el rey fue «el negocio» de las conversiones al catolicismo con una prima en metálico por cada alma que se pasaba de la reforma al papado. Este método era promocionado desde la Corona y se mejoró cuando un personaje conocido, el académico Pellison, hugonote de gran prestigio, anunció su conversión y la creación de una «caja de conversiones al catolicismo» sufragada por las rentas de los beneficios eclesiásticos vacantes. Cada cabeza de hugonote que se pasaba a la religión oficial del reino era subvencionada con seis libras. Sin embargo, Luis XIV no estaba contento con el ritmo de las conversiones y pensó en fórmulas más expeditivas.

Un día en que el marqués de Remigny, representante de los consistorios protestantes del reino, le hacía presente al monarca la serie de presiones, violencias y abiertas violaciones del edicto que diariamente se producían, Luis XIV pronunció su célebre respuesta que ha pasado a la historia: «El rey mi abuelo os amó; el rey mi padre os temió. Yo ni os temo ni os amo.» Fue el comienzo de lo irreparable. Sin abrigar la menor duda acerca de la legitimidad moral y teológica de la violencia, empezó por una persecución silenciosa y sistemática. Se destruyeron, de hecho, las cámaras previstas en el edicto de Nantes; doscientos templos hugonotes fueron derribados; se prohibió admitir protestantes en los cuerpos de policía y aduanas; se obligó a los hugonotes enfermos a recibir la visita de sacerdotes católicos que los exhortaban a la conversión en el trance final; se prohibieron los matrimonios mixtos. Pero el ritmo relativamente lento de esas presiones exasperó al rey, cuyo celo religioso no conocía barreras.

Fue Louvois, hombre duro, partidario de las guerras y de la violencia, quien animó a Luis XIV a la última y terrible fase de la persecución. La asamblea general del clero católico francés votó una comunicación en que se incitaba al soberano a convertirse en «un nuevo Constantino».

Las dragonnades, de horrenda memoria, sirvieron de preámbulo a la gran barbarie. En primer lugar consistieron en obligar por la fuerza a los hogares protestantes a recibir en sus casas a soldados del cupo



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