A través del Islam by Ibn Battuta

A través del Islam by Ibn Battuta

autor:Ibn Battuta [Battuta, Ibn]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Ciencias sociales, Espiritualidad, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1349-12-31T16:00:00+00:00


De la Gran Jātūn

La Gran Jātūn es la reina, la madre de los dos hijos del sultán, Ŷāni Bak y Tīna Bak, de los que hablaremos después. No es, sin embargo, la madre de la hija del sultán, Ῑt Kuŷuŷuk: la madre de esta princesa era la reina anterior. Esta jātūn se llama Tayluglī y es la favorita del sultán, pues pasa con ella la mayor parte de las noches. La gente la estima por la consideración en que la tiene Ūzbak Jān, a pesar de ser la más avara de las jātūn. Uno que sabe cosas de esta reina, y que es de toda confianza, me contó que el sultán la ama por una particularidad que tiene, a saber: que todas las noches la encuentra como si fuera virgen. Otro me dijo que esta jātūn desciende de la mujer que, según se dice, hizo perder el reino a Salomón. Cuando éste recobró el poder, la mandó a un sitio desierto y despoblado, así que vino a parar a la llanura de Kipchak. Añadía este fulano que el útero de la jātūn Taylugli tenía la forma de un anillo, como el de todas las de linaje de aquella mujer de Salomón. Yo no he encontrado en el llano de Kipchak, ni en ninguna parte a nadie que me haya informado de haber visto una mujer de esta forma, y ni siquiera de haber oído hablar de ello, a no ser el caso de esta jātūn. Solamente uno de China me dijo que en este país hay una clase de mujeres con esta conformación; pero una mujer así no ha caído nunca en mis manos, de modo que no sé si esto es cierto o no.

Al día siguiente de haberme reunido con el sultán, fui a visitar a esta jātūn, que estaba sentada entre diez mujeres mayores que parecían sirvientas; frente a ella había unas cincuenta jóvenes esclavas de las llamadas banāt con lebrillos de oro y plata llenos de cerezas, a las que estaban sacando el hueso. La jātūn tenía ante sí una bandeja llena también de cerezas y estaba haciendo lo mismo que las banāt. La saludamos y, como entre nuestros compañeros había un almocrí que recitaba el Corán al modo egipcio, con buen método y excelente voz, recitó un poco y luego mandó ella que trajeran qumizz. Lo trajeron en copas de madera, finas y ligeras. La jātūn cogió una y me la tendió, cosa que entre ellos es el colmo de la consideración. Yo no había bebido qumizz nunca, pero no tuve más remedio que aceptarlo; lo probé y no me gustó, de modo que se lo pasé a uno de mis compañeros. La jātūn me preguntó muchas cosas de las circunstancias de nuestro viaje y le respondimos, después de lo cual nos retiramos. Le hicimos a ella la primera visita por la estima en que la tenía el rey.



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