Breve historia de Atila y los hunos by Ana Martos Rubio

Breve historia de Atila y los hunos by Ana Martos Rubio

autor:Ana Martos Rubio [Martos Rubio, Ana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T00:00:00+00:00


Honorio tenía 10 años cuando recibió la corona del Imperio romano de Occidente. Afortunadamente, puso al general vándalo Estilicón al frente de las tropas para defender Roma de los invasores. Los favoritos del emperador Honorio, de John William Waterhouse (siglo XIX).

La caída de Roma fue en el año 410. Alarico se plantó ante las puertas de la ciudad, que ya habían sido reforzadas por Marco Aurelio tiempo atrás y que el emperador Honorio, asustado, mandó cerrar a cal y canto. Hizo saber, además, a aquel godo pelirrojo y petulante que había miles de soldados romanos al otro lado de las murallas dispuestos a defender al Imperio. Pero Alarico, con una flema casi británica, respondió: «cuanto más espesa es la hierba, más fácil resulta segarla». Era el mes de agosto, el más caluroso del año y Roma se moría de sed. De sed y de hambre, porque el godo había cortado el suministro de agua y de cereales y aguardaba impasible junto a las puertas de la ciudad. Mientras, en el interior, 60 000 esclavos germanos se levantaban contra sus amos romanos porque llevaban mucho tiempo sufriendo humillaciones y veían llegado el momento de su liberación y de su venganza. Se dice que fueron tales los disturbios que una dama romana mandó abrir las puertas al invasor para evitar males mayores. Es posible, porque Alarico permitió a sus tropas saquear cuanto desearan, pero no quiso destruir ni incendiar aquella ciudad que admiraba desde tiempo atrás, cuando la visitó en compañía de su cuñado Ataúlfo para conversar con el emperador Teodosio. Tampoco permitió profanar los lugares sagrados, incluso concedió amparo a los sacerdotes cristianos y protegió las riquezas de la Iglesia de la codicia de sus soldados. Al fin y al cabo, aunque hereje, era cristiano. El Imperio romano se circunscribió prácticamente a Oriente, quedando reducida la Pars Occidentalis a Rávena y algunas ciudades más, rodeadas por godos, vándalos, hunos y francos. El augusto de Occidente apenas tenía espacio para moverse entre tantos extraños que, además, le amenazaban por todas partes y a los que ya poco podía ofrecer a cambio de alianzas pacíficas. La caída de Roma conllevó la prisión de Gala Placidia, hermana de Honorio quien, cuatro años más tarde y ante el escándalo de su hermano y de muchos nobles romanos, se casó con Ataúlfo, cuñado de Alarico. Un bárbaro. Pero un bárbaro capaz de ofrecer una alianza duradera y fiable. Ambos se proclamaron reyes de Hispania en Barcelona. Ataúlfo murió asesinado y Gala Placidia volvió al Imperio junto a su hermano Honorio. Allí se casó con Constancio quien lució la corona imperial a la muerte de Honorio, hasta que la augusta quedó viuda por segunda vez y fue proclamada regente durante la minoría de edad de Valentiniano III. Durante la minoría y durante la mayoría, porque Valentiniano desarrolló una personalidad sumamente débil y únicamente se interesó por jugar y divertirse. Su madre se ocupó de reinar por él pero sus intereses se redujeron a las discusiones religiosas y



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