Los lazos del deseo by Noelia Amarillo

Los lazos del deseo by Noelia Amarillo

autor:Noelia Amarillo [Amarillo, Noelia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T05:00:00+00:00


Karol dejó que la nota cayera de sus dedos y abandonó la suite sin pararse a vestirse. Atravesó descalzo el pasillo hasta llegar al ascensor y esperó impaciente a que las puertas se abrieran. Una vez en su interior pulsó repetidamente el botón de la última planta, instándole para que se diera prisa. Salió a través de la rendija que comenzaban a formar las puertas al abrirse y corrió por el iluminado corredor hasta llegar a la suite en la que había cenado. Golpeó la puerta con fuerza. Esperó. Volvió a golpearla. Aguardó intranquilo unos minutos y después giró sobre sus pies y regresó de nuevo a su suite. Se vistió con rapidez y salió dejando que la puerta se cerrara con un fuerte golpe.

—¿La suite 472 sigue ocupada? —le preguntó al recepcionista dejando sobre el mostrador un billete de cien euros.

El trajeado hombre cogió el billete y tecleó en el ordenador.

—La suite está disponible, señor.

—¿Cuándo la dejó libre el señor Wójcik? —inquirió Karol. El recepcionista lo miró sin pestañear. Karol puso otro billete sobre el mostrador.

—Hace dos horas, señor.

—Oímos el portazo que diste al salir… ¿Estás bien? —le preguntó Alba en el mismo momento en que entró en la suite.

—Hemos leído la nota. ¿Has hablado con Tuomas? —inquirió Elke levantándose del sillón pero sin atreverse a acercarse a él.

Karol miró a las dos rubias. Ambas estaban apenas vestidas con una camiseta y unas diminutas braguitas. Tenían el pelo revuelto y el maquillaje corrido por toda la cara, como si no hubieran perdido el tiempo en asearse. Y sus ojos mostraban la preocupación que sentían… por él.

—La nota era privada —dijo cerrando la puerta.

—Si no querías que la leyéramos no deberías haberla dejado en la mesa —replicó Elke apoyando las manos en las caderas y recuperando su carácter batallador.

—No sé por qué, pero había pensado que eráis lo suficientemente educadas como para respetar lo que a simple vista se puede comprobar que es privado —replicó él con ironía.

—¡Vaya! El polaco quiere pelea —comentó Alba acercándose a él—. Estupendo. Elige tus armas; las palabras, los puños… o las almohadas —le retó cruzándose de brazos.

—No estoy para juegos —rechazó él esquivándola y dirigiéndose a su dormitorio.

—Nosotras tampoco —afirmó Elke siguiéndole.

—Dejadme en paz, por favor. —Cerró la puerta antes de que tuvieran posibilidad de seguir acosándole.

Alba y Elke se miraron un instante, y luego abrieron la puerta, entraron en la habitación y se sentaron en la cama sobre la que acababa de tumbarse Karol.

—¿Qué queréis? —les espetó con los dientes apretados.

—Molestarte hasta que revientes y dejes salir lo que te está carcomiendo por dentro —declaró Alba mirándole con fingida inocencia.

Karol sonrió muy a su pesar. Las chicas podían llegar a ser muy insistentes.

—No tengo ganas de hablar —susurró cerrando los ojos.

—Entonces nos limitaremos a vigilar tus sueños —aseveró Elke tumbándose junto a él. Un instante después Alba imitó a su amante.



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