Los gemelos del metro by Enrique Escalona

Los gemelos del metro by Enrique Escalona

autor:Enrique Escalona [Escalona, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: 1.Novela mexicana, 2.Familia – Literatura infantil, 3. Misterio – Literatura infantil, Escalona, Enrique, El Barco de Vapor, Ediciones SM
editor: Ediciones SM


LA LUCHA EN LA ESTACIÓN TERMINAL

ENTRÓ A UN VAGÓN DETENIDO en medio de un túnel, silencioso y con las luces apagadas. Caminó hacia la parte delantera del tren para ver si estaba el conductor y avanzó entre los vagones sin encontrar a nadie. Seguía temerosa de la bruja y sus hechizos, pero entonces escuchó el canto de doña Ángela:

Ay, qué bonito es volar, a las dos de la mañana, a las dos de la mañana.

¡Ay, qué bonito es volar! ¡Ay, mamá!

Subir y dejarse caer en los brazos de una dama, en los brazos de una dama,

y hasta quisiera llorar, ¡ay, mamá!

La anciana cantaba de una manera hermosa y con mucho sentimiento; sostenía el velo de su vestido viejo con mucha gracia y daba pasitos con sus tenis enormes.

Me agarra la bruja, me lleva a su casa,

me vuelve maceta y una calabaza.

La presencia de doña Ángela la tranquilizó, aunque su canto la hizo pensar en su encuentro con la bruja.

Que diga y que diga. ¿Qué, dígame usted?

¿Cuántas criaturitas se ha chupado ayer?

Ninguna, ninguna, ninguna, lo sé.

Yo ando en pretensiones

de chuparme a usted.

Doña Ángela hizo una reverencia y, sin querer, Rita eructó.

—¡Vaya aplauso! —reclamó doña Ángela—. Te dije que te largaras del metro y ya hasta fuiste a comer pavo a casa de mi hermana —agregó al percibir su aliento.

—¿Youali es su hermana?

—Sí, alguna vez fuimos gemelas —dijo la anciana—, pero la Santa Inquisición nos quemó de manera injusta, pues no hicimos nada malo…

—Pero, si las quemaron, ¿por qué siguen…? —Rita iba a decir “vivas”, pero se detuvo; tal vez no fuera la mejor palabra—. ¿Por qué siguen aquí?

—Un amigo hechicero recogió nuestras cenizas, hizo un ritual y nos convirtió en tlacanexquimilli.

—¿En qué?

—En espíritus que pueden habitar otros cuerpos, aunque dependan de sus cenizas… Una de las hechicerías más complicadas —respondió doña Ángela—. A mí me tocó habitar el cuerpo de una cantante de ópera que murió en el siglo XIX de fiebre amarilla; mi hermana recibió un cuerpo incompleto, que debe regenerarse todos los días, y por eso quiere cambiarlo por el tuyo.

—¿Quiere mi cuerpo?

—Sí. Sólo puede habitar el cuerpo de alguien nacido bajo tierra, como tú. Por eso ha esperado a que crezcas. Quiere ser una niña por siempre y vivir en el metro sin despertar sospechas.

—¿Y mi hermano?

—Lo convirtió en zombi para que le acarree la tierra de panteón fresca que necesita para regenerarse, y luego se lo comerá. Debes rescatarlo. No durará mucho.

—¿Qué? ¿Cómo puedo romper ese hechizo?

—Escucha bien —dijo doña Ángela—: este tren te llevará a la Oficina de Objetos Extraviados. Ve y reclama la urna con las cenizas de Youali de Naica. ¿Recordarás el nombre?

—Sí, aunque a estas horas esa oficina debe estar cerrada… —comenzó a decir.

Sin embargo, la anciana la interrumpió:

—¡Silencio! No queda tiempo. Mi hermana ya revolotea allá afuera —dijo mientras echaba un vistazo hacia las ventanas del vagón y aguzaba el oído—. Pon mucha atención: una vez que tengas la urna, ábrela y llena este broche con las cenizas. ¿Entendido?

Rita afirmó con la cabeza mientras se prendía el broche con forma de lechuza.



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