Lo que maisie sabía by Henry James

Lo que maisie sabía by Henry James

autor:Henry James [James, Henry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: - Divers
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


19

Cuando hubo encendido un cigarrillo y empezado a fumar ante las narices de ella, fue como si al raspar la cerilla hubiera hecho sonar la nota de alguna insólita mezcolanza grotesca de antiguas promesas, antiguos escándalos, antiguos deberes, una tenue percepción de lo que él poseía dentro del interior de ella y que, sólo con que todo –– ¡mecachis!–– hubiera sido totalmente diferente, ella habría estado todavía en condiciones de darle. Lo que ella estaba en condiciones de darle ahora, empero, tal como a través del humo parecieron discernir los pestañeantes ojos masculinos, sería simplemente lo que él fuera capaz de extraer de ella. Dar algo, darlo allí mismo inmediatamente, era por entero el propio deseo de ella. Entre las antiguas cosas que retornaron estuvo su infantil instinto de mantener la paz; éste la hizo preguntarse con mayor rigor qué precisa cosa debía hacer o dejar de hacer, qué precisa palabra debía decir o dejar de decir, qué precisa actitud debía adoptar o dejar de adoptar, que pudiera imprimir desde el punto de vista de todos, incluyendo a la Condesa, un giro más afortunado a la situación. Se preparó, con este fin, para una inmensa renuncia, una renuncia a todo excepto a Sir Claude, a todo excepto a la señora de Beale. Dicha inmensidad no los incluía a ellos; pero si él tenía en el fondo de la mente un pensamiento escondido ella tenía otro parejamente recóndito, y durante un rato, mientras permanecían sentados juntos, hubo un extraordinario intercambio mudo entre la visión que ella tenía de esta visión de él, la visión que él tenía de la visión de ella, y la visión que ella tenía de la visión que él tenía de la visión de ella. De lo que en verdad no hubo ninguna percepción eficiente fue de aquel pequeño y extraño pathos en la niña generado por una inocencia tan rica en conocimientos y tan volcada al juego diplomático. Aquello en que, ítem más, finalmente tomó pie Beale para comenzar mientras volvía a tapar con su elegante figura la mitad de las florituras de la chimenea fue:

–– ¿Sabes, querida, que pronto partiré hacia Estados Unidos? ––A su hija se le antojó que aquello representaba a la vez un atajo y un modo de hablar que él jamás habría empleado ante su esposa. Pero su esposa hizo un brillante acto de presencia superficial en la pregunta de ella:

–– ¿Quieres decir junto con la señora de Beale?

Su padre la miró intensamente:

–– ¡No seas borrica!

El silencio de ella pareció significar un concentrado esfuerzo por no serlo.

–– ¿Con la Condesa, en ese caso?

––Con ella o sin ella, querida; es algo que sólo atañe a tu pobre papaíto. Ella tiene grandes negocios en aquel país, y desea que yo les eche un vistazo.

Maisie se zambulló en tal proyecto:

–– ¿Exigirá eso mucho tiempo?

––Sí: están tan embrollados... podría exigir meses. Lo que en este momento me gustaría saber, escucha, es si tú estarías dispuesta a venirte conmigo.

Plantada una vez más ante él en el



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