Lascivia. Libro 2 (Pecados placenteros 1) by Eva Muñoz

Lascivia. Libro 2 (Pecados placenteros 1) by Eva Muñoz

autor:Eva Muñoz
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-05-06T08:52:23+00:00


En la tarde le pido permiso a Gauna para salir y es Elliot quien me recoge; me desplazo a la ciudad con las medidas necesarias.

—No hay novedades —me informa—, todo apunta a que la han dejado de acechar.

Solo espero que la vida sí me esté sonriendo esta vez. Me despido de él cuando me deja cerca de mi casa. Las maletas de Luisa están listas en la sala, suspiro asimilando la idea de que oficialmente es nuestra última noche viviendo juntas.

—¡Estamos aquí! —gritan desde mi habitación.

Están terminando de empacar mi maleta.

—Nos tomamos la molestia de elegir lo que llevarás —comenta Lulú probándose uno de mis pendientes—. Mañana temprano vendrán por el equipaje.

—¿Seguro que quieres casarte? —le pregunto a Luisa—. Yo que tú me tomaría más tiempo para pensarlo, cinco o seis años tal vez.

—Acabas de sonar como Rick —se burla—. Ven aquí, quiero mostrarte todo lo que encontré en el fondo de mi clóset.

Me arrojo a la cama y ella toma una bolsa de lona cuyo contenido esparce sobre las sábanas.

—¿Esta eres tú? —Lulú alza la foto de mi cumpleaños número doce—. ¿Tenías papada?

—Odio esa foto. —Le arrojo uno de los cojines—. Quémala en la cocina.

—No tenías pechos. —Me agarra una bubi—. ¿Segura que estas son naturales?

—Surgieron de un día para otro —se burla Luisa.

—¡Oh, por Dios! —exclamo tomando el viejo diario de mi amiga—. No puedo creer que hayas guardado todas las cartas que les escribías a los chicos de los que creías estar enamorada.

Saco los sobres del compartimento secreto, Lulú se tira a la cama tomando una al azar.

—Querido Nicolás —lee en voz alta—: Te escribo estas breves líneas…

Suelto a reír ante el recuerdo de mi amiga escribiendo sobre su fosforescente alfombra amarilla.

—Ríete todo lo que quieras —replica Lu—. No me avergüenzo de mi pasado.

—… para expresarte todo lo que inspiras y mueves en mí —continúa Lulú—. Tu sedoso cabello rubio como el trigo y el sol…

—¡Tenía once años!

—Tus ojos pardos…

Me voy de bote al piso muerta de la risa.

—… Eres mi crush, mi príncipe, mi…

—¡Basta! —Se arroja sobre Lulú.

Sigo tendida en el piso revolcándome de la risa. «¡Lo necesitaba!», pienso. Ya había olvidado lo que se siente ser feliz por un instante.

—¡Levántate, Rachel! —me regaña.

Me pongo de pie secándome las lágrimas.

—Haré bocadillos —anuncia Lulú y se va.

Luisa abraza uno de nuestros viejos portarretratos mientras vuelvo a la cama.

—No quiero que te sientas sola cuando me vaya. —Toma asiento a mi lado.

—Te irás a otro vecindario, Lu —trato de restarle importancia, no quiero que dude a la hora de partir—. Estaremos en contacto todo el tiempo.

—Enmarqué esta foto —respira hondo— para que, cuando te sientas sola, la mires y recuerdes que siempre estaremos cerca.

Me ofrece el marco de plata e inmediatamente se me llenan los ojos de lágrimas; «Harry, Luisa y yo sonriendo frente a la cámara», reflexiono. El dolor de la partida de mi amigo se me vuelve a enterrar en lo más hondo.

La foto fue tomada el día que partimos de Phoenix. Estábamos en el aero­puerto y Harry era el más emocionado.



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