Las tres hijas de su madre by Pierre Louÿs

Las tres hijas de su madre by Pierre Louÿs

autor:Pierre Louÿs [Louÿs, Pierre]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
editor: ePubLibre
publicado: 1926-01-01T05:00:00+00:00


9

Tras unos minutos, que me parecieron horas, volvió desnuda, tal como se había ido. Creía que estaba en la habitación contigua, pero no supe sino más tarde que había transcurrido ese tiempo en su casa.

Teresa me miró y, buscando una pregunta al azar, dijo:

—¿Por qué prefieres follar?

Contesté para fastidiarla un poco:

—Porque las mujeres que no están majaretas gozan follando y porque ante todo me gusta hacer gozar a mi amiga.

Teresa parecía de excelente humor. Se puso a reír en lugar de enfadarse.

—Entonces, cuanto te acuestas con una mujer fenómeno como yo, la única mujer en los dos hemisferios que se deje dar por el culo, cuando la enculas y cuando sientes que se corre como mea una burra…

—¿No podrías expresarte con algo más de pudor?

—Sí, querido. Y cuando sientes perfectamente que, como más le metes la polla en el culo, más la leche de su coño la moja por delante… querrás al menos tener la bondad de…

—¿De no follarla? No te preocupes, no volveré a hablarte de eso.

Se tumbó de bruces, muy cerca de mí y siguió:

—Para ser un hombre que no habla más que de follar, no enculas nada mal a las mujeres. ¿Quién te enseño el movimiento?

—Lo aprendí muy mal —dije—. Eso me ocurrió a los catorce años con una chica de mi edad, quien me lo propuso al fondo de un jardín donde jugábamos al escondite. Ella no sabía como empezar, ni yo tampoco. Después, una docena más de chicas… ¡No puedes saber qué torpes son las hermanas de nuestros amigos!

—¿Qué no puedo saber? —exclamó Teresa—. ¿Crees que no he visto encular a chicas «bien»? Primero, no hay manera de encontrarles el culo. Llevan siempre demasiada ropa. Te enredas en la braga y estás siempre a punto de deslizar la polla en su virginidad. Además, a ninguna se le ocurre tan sólo la idea de hacerse un masajito en el ojete antes de empezar. Entregan el agujero, y ya está: le metes la punta del pito. Eso la excita y les hace un daño infernal. Se hacen una paja a toda prisa mientras las enculan. Pero no puedes moverte porque eso les hace demasiado daño y, muchas veces, te sales antes de haber gozado, lo cual no les impide volver a empezar al día siguiente con otro. ¿Es así?

—¿Cómo puedes estar tan bien informada?

—¡Uf, qué no sabré yo sobre eso! ¿Así que eran todas tan torpes tus chicas?

—Encantadoras, pero un poco torpes, como dices, salvo una que ya estaba acostumbrada y que se dejaba hacer con suavidad, ¡y una paciencia!…

—¡Angelito! —dijo alegremente Teresa—. Se la deslizabas de arriba a abajo, y ella no sabía dar un golpe de culo, ¿no es así? ¿Por qué te ríes? Las conozco mejor que tú esas chicas. ¿Y después? Veamos, ¿después de las vírgenes?

—¿Qué quieres que te cuente? ¿Historias de casas de putas? No tiene ningún interés.

—Te pregunto quién te enseñó.

—Una pobre bailarina, muy poca cosa, que se vendía por diez francos y que bailaba el baile del vientre en Montmartre…

—¿Y el baile del culo?

—Mejor que la del culo.



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