Las 120 Jornadas by Marques De Sade

Las 120 Jornadas by Marques De Sade

autor:Marques De Sade
Format: epub, mobi
Tags: sf_history
editor: www.papyrefb2.net


El hombre a quien vi después de aquel cuyo ejemplo acaba de seduciros -dijo la Duelos- exigía absolutamente que la mujer que le era presentada tuviese una indigestión; en consecuencia, la Fournier, que no me había advertido nada, durante la comida me hizo tomar cierta droga que aflojó mi digestión y la hizo fluida como si mi evacuación fuese consecuencia de una medicina.

Nuestro hombre llegó y, después de algunos besos preliminares al objeto de su culto, cuyo retraso yo no podía aguantar a causa de los cólicos que empezaban a atormentarme, me dejó libre de obrar; los efectos salieron, yo tenía agarrada su verga, se extasió, lo tragó todo, me pidió más; le proporcioné una segunda andanada, seguida pronto de una tercera, y la anchoa libertina dejó por fin en mis dedos pruebas inequívocas de la sensación que había gozado.

Al día siguiente despaché a otro personaje cuya manía estrafalaria encontrará quizás partidarios entre vosotros, señores. Lo introdujeron primero en una estancia contigua a aquella donde acostumbrábamos a actuar y en la que estaba ese agujero tan cómodo para las observaciones. El se arregla solo. Otro actor me esperaba en la habitación de al lado: era un cochero de fiacre que habían atrapado al azar y que estaba advertido de todo; como yo también lo estaba, representamos bien nuestros personajes. Se trataba de hacer cagar al faetón enfrente mismo del orificio de la pared, a fin de que el libertino escondido no perdiese nada de la operación. Yo recibí la cagada en una vasija, ayudé a que fuese depuesta entera, separé las nalgas, oprimí el ano, no olvidé nada de lo que pudiera hacerle cagar cómodamente; en cuanto mi hombre hubo terminado, le agarré la verga y lo hice eyacular sobre su mierda, y todo dentro de la perspectiva de nuestro observador; por fin, listo el plato, vuelo a la otra estancia.

- ¡Tome, señor, coma pronto -exclamé-, está caliente!

No se lo hizo repetir; cogió el plato, me ofreció su pito, que yo masturbé, y el rufián se tragó todo lo que le presenté, mientras su semen salía bajo los movimientos elásticos de mi mano diligente.



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