La ruta prohibida by Javier Sierra

La ruta prohibida by Javier Sierra

autor:Javier Sierra [Sierra, Javier]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Ensayo, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2007-01-01T05:00:00+00:00


Hoy casi ningún libro de historia menciona aquella ¿fuente de la regeneración?, y mucho menos los planes que se urdieron para un monumento ya desaparecido. Junto a Robespierre, David sembró al lado de su obra la semilla de una nueva fe llamada a sustituir a la cristiana: la llamaron la religión de la razón. Ese mismo invierno, las calles de París se llenaron de extrañas manifestaciones públicas. Conocidas actrices de la época, como las damiselas Aubry, Maillard o Lacombe, se vistieron de blanco, túnica azul y gorro frigio rojo, y fueron entronizadas como diosas del nuevo culto. El 7 de noviembre, una de aquellas hordas obligó incluso al obispo de París a retractarse de su fe, y el día 10 asaltaron la catedral de Notre Dame para reinstaurar, decían, los ritos originales de aquel lugar: los de la diosa Isis, divinidad que ellos creían fuente de toda razón.

Isis —Egipto, en suma— estaba en el corazón de los franceses. No era, pues, de extrañar que años más tarde Napoleón Bonaparte se lanzara a la conquista de la «patria madre» y se abocara a sus cultos.

Diosa de París

Pero no me desviaré de mis explicaciones.

A aquellos revolucionarios de 1793 les asistía, curiosamente, un buen puñado de viejas tradiciones para «regresar» a los brazos de la diosa egipcia. Algunas procedían de principios del siglo XIV, como un manuscrito conservado en la Biblioteque Nationale de París en el que se ve a una dama llegando en barca a la ciudad, siendo recibida por clérigos y nobles. La inscripción que acompaña al dibujo no dejaba lugar a dudas: «La muy antigua Isis, diosa y reina de los egipcios».

Su imagen arribando a donde hoy se asienta la catedral de París fue tan evocadora que ya los primeros escudos de armas de la ciudad incluyeron la barca de Isis en sus diseños. Jacóbus Magnus, un fraile agustino del siglo XV, incluso ofreció a los intelectuales revolucionarios una pista más. Habló de un templo a Iseos (Isis) construido a orillas del Sena, donde hoy se alza la iglesia de Saint Germain des Prés. «París debe su nombre a la siguiente circunstancia —escribió—: Parísius quiere decir igual que Iseos (quasi par Iseos)»[89].

Sin embargo, fue Court de Gebelin, un famoso «egiptólogo» y escritor del siglo XVIII, diseñador de todo un Tarot egipcio por más señas, quien poco antes de estallar la Revolución desveló que la embarcación con la que Isis llegó a la ciudad se llamaba Barís. Según su entender, fue el fuerte acento del norte lo que hizo el resto, convirtiendo su nombre en París.

Piramidomania revolucionaria

A partir de aquel momento toda la obsesión de los nuevos poderes públicos franceses fue sembrar la capital de imágenes egipcias. Robespierre no perdió la ocasión de celebrar multitudinarias reuniones populares en las que alzaba «pirámides de honor» en recuerdo de los mártires de la Revolución. La primera se levantó el 14 de julio de 1792 en el Campo de Marte. Después vendrían otras en las Tullerías, e incluso algunas terminaron adornando jardines donde aún siguen hoy.



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