En tierra de lobos by Luis García Jambrina

En tierra de lobos by Luis García Jambrina

autor:Luis García Jambrina [García Jambrina, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2013-05-31T16:00:00+00:00


11

Madrid, 14 de marzo de 1953

Una vez efectuadas las compras necesarias para adecentar a Emilio, Aurora lo llevó a su apartamento para que se diera un baño, mientras ella hacía algunas llamadas. En primer lugar, telefoneó a Amanda, a la que notó muy alterada.

—¿Te pasa algo? —le preguntó.

—¿Que si me pasa? Estoy realmente asustada.

—¿Por qué motivo?

—Ahora no puedo hablar.

—¿Has averiguado algo nuevo? —insistió Aurora.

—Algo muy gordo.

—¿Sobre Patricia?

—No exactamente.

—Está bien. Iré lo antes posible a Salamanca. Hasta entonces, no hables con nadie del asunto y procura hacer una vida normal, que no se note que estás preocupada.

—Eso va a ser más difícil —confesó Amanda.

—En todo caso, volveré a llamarte.

Después llamó a Jaime al café Novelty, pero en ese momento no estaba. Tampoco en la pensión. Así que dejó recado en ambos sitios de que, en cuanto apareciera por allí, la llamara. Luego se puso a hacer las maletas, la suya y la de Emilio. Cuando estaba terminando, apareció este ya arreglado y aseado. Aurora lo miró de arriba abajo, completamente maravillada.

—¡No me lo puedo creer! —exclamó—. ¡¿Será posible que seas tú?!

—¿Y quién iba a ser, si no?

—Pues, si te veo en la calle, no te habría reconocido. Así vestido pareces otro.

—¿De verdad? —preguntó él, complacido.

—Ahora voy a tener que llamarte don Emilio.

—Bueno, tampoco hay que exagerar.

—No te creas. Yo soy de las que opinan que el hábito hace al monje.

—Querrás decir los hábitos —precisó Emilio.

—Eso también —concedió ella.

—La verdad es que yo mismo estoy impresionado. Y esto me recuerda un chiste que leí hace tiempo en La Codorniz.

—¿A cuál te refieres? —se interesó ella con ganas de reír.

—Son dos tipos que se encuentran en la calle, y dice uno: «Lo encuentro a usted muy cambiado, don José». «Es que yo no soy don José», le advierte el otro. «Pues más a mi favor», replica el primero.

—Tiene gracia, sí —reconoció Aurora, entre risas—, como casi todo lo que publican en La Codorniz, aunque últimamente…

—Sí, a mí también me gustaba más antes —convino él—. ¿Y esas maletas?

—Nos vamos a Salamanca. Pero antes tenemos que pasarnos por la redacción del Crónica de Sucesos; así de paso te presento a mi jefe.

—¿Y tú crees que le caeré bien?

—Con ese hombre nunca se sabe.

En la sede del semanario, tan solo se encontraban don Eduardo y Dulce, su secretaria, que estaba copiando algo a máquina.

—¡Alabado sea el Santísimo, tú de nuevo por aquí! ¡Me va a dar algo! —comenzó a decir el jefe en cuanto vio entrar a Aurora.

—Este señor tan simpático es don Eduardo, el propietario y director de esta pocilga —lo presentó Aurora, haciendo caso omiso al comentario—. Normalmente, no para de quejarse ni de gruñir. Pero, si rascas un poco en su coraza, verás que es muy buena persona y, a su manera, bastante generoso.

—No te molestes en camelarme, que me tienes muy enfadado —le advirtió enseguida don Eduardo—. ¿Y quién es este individuo que te acompaña? ¿Algún carterista que quiere contarnos los secretos de su oficio?

—Es mi nuevo ayudante —se apresuró a decir Aurora.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.