El diablo en la ciudad blanca by Erik Larson

El diablo en la ciudad blanca by Erik Larson

autor:Erik Larson [Larson, Erik]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2002-12-31T16:00:00+00:00


Durante un siglo, la misma melodía, con variantes, adornaría una larga serie de películas más bien cutres, anunciando casi siempre la sinuosa aparición de una serpiente en un cesto. También aportó el componente musical a una famosa canción de colegio, «And they wear no pants in the Southern part of France».

Bloom se arrepintió de no haberla registrado, porque habría ganado millones de dólares en derechos.[418]

Llegaron malas noticias de Zanzíbar: no se podía contar con los pigmeos. El teniente Schufeldt había muerto en extrañas circunstancias.

También llegaban consejos, muchos de ellos desde Nueva York. El que más escoció fue el de Ward McAllister, el factótum de la esposa de William Astor, emperatriz de la alta sociedad neoyorquina. Escandalizado por el espectáculo de la ceremonia de presentación —la indecorosa y generalizada promiscuidad entre la flor y nata y la chusma—, McAllister aprovechaba su columna en el New York World para lanzar una advertencia: «La buena sociedad de estos pagos no pide cantidad, sino calidad. No sería deseable una hospitalidad que incluyera a todo el género humano».[419]

En otra parte del artículo exhortaba a las anfitrionas de Chicago a contratar chefs franceses, que mejorasen su dicción culinaria: «En estos tiempos modernos, la buena sociedad no puede prescindir de los chefs franceses. Un hombre acostumbrado a los más exquisitos filetes de ternera, al paté de foie gras, al pavo trufado y a otros manjares del mismo nivel no podría aceptar una cena compuesta por una pata de cordero hervida con nabos». Aunque parezca mentira, lo decía en serio.

Aún tenía más consejos: «También les recomiendo no servir el vino demasiado frappé. Que pongan la botella en el cubo, procurando que el hielo no toque el cuello. La razón es que la cantidad de vino contenida por el cuello de la botella, al ser pequeña, es la primera a la que afecta el hielo. Cuando la botella lleve veinticinco minutos en el cubo, estará en perfectas condiciones para su inmediato servicio. Entiendo por perfectas condiciones que el vino, al escanciarse, debe contener pequeñas láminas de hielo. Así es un verdadero frappé».

Respuesta del Chicago Tribune: «El alcalde no servirá el vino demasiado frappé, solo lo justo para que los invitados puedan soplar la espuma sin una exhibición vulgar de fuerza pulmonar y labial. Sus bocadillos de jamón, sus rosquillas y sus codornices irlandesas, más conocidas en la jerga de Bridgeport como pies de cerdo, serán triunfos del arte gastronómico».[420] Un periódico de Chicago trataba a McAllister de «cretino de tres al cuarto».[421]

Aunque casi todo Chicago se lo tomase a risa, los comentarios de McAllister herían a más de uno. Que fuera un hombre especialmente pretencioso no quitaba que gozase del respaldo de la élite de sangre azul de Nueva York, y eso todos lo sabían. Entre los próceres de la ciudad existía un temor muy arraigado, el de ser gente de segunda. En vigor y visión de negocios, Chicago no tenía rival, pero el miedo secreto de las altas esferas era que la ciudad, en su progreso comercial, se hubiera olvidado de cultivar lo más distinguido de ambos sexos.



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