La muerte llama al arzobispo by Willa Cather

La muerte llama al arzobispo by Willa Cather

autor:Willa Cather [Cather, Willa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1927-01-01T00:00:00+00:00


LIBRO CUARTO

RAÍZ DE SERPIENTE

1 LA NOCHE EN PECOS

Un mes después de la visita del obispo a Acoma y Albuquerque, el cordial padre Gallegos fue formalmente suspendido y el propio padre Vaillant se hizo cargo de la parroquia. Al principio hubo reacciones adversas: los rancheros ricos y las alegres damas de Albuquerque se mostraron muy hostiles hacia el cura francés. Comenzó en seguida con las reformas. Lo cambió todo. Las fiestas que con el padre Gallegos habían sido motivo de jarana eran ahora días de devoción austera. Los volubles mejicanos pronto encontraron tanta diversión en ser devotos como antes escandalosos. El padre Vaillant le escribió a su hermana Philoméne, en Francia, que el carácter de su parroquia era como el de una escuela: con un maestro los chavales competían entre ellos en desobediencia y travesuras, con otro competían en lealtad. Las novenas que precedían a las navidades, que durante mucho tiempo se celebraron con bailes y ruidosas tiestas, fueron ese año de renovado fervor religioso.

Aunque el padre Vaillant tenía todos los deberes de un párroco de Albuquerque, seguía siendo vicario general, y en febrero el obispo lo envió con un asunto urgente a Las Vegas[116]. No regresó cuando se le esperaba y, al transcurrir varios días sin noticias suyas, el padre Latour comenzó a intranquilizarse.

Una mañana al amanecer un muchacho indio muy enfermo entró en el patio del obispo a lomos de Contento, el mulo blanco del padre Joseph. Traía malas noticias. El padre, dijo, había parado en su pueblo de la sierra de Pecos[117], donde se había propagado una epidemia de tifus, a dar la extremaunción a los moribundos, y él mismo había contraído la enfermedad. El propio muchacho estaba bien al salir hacia Santa Fe, pero de camino ya se había sentido mal.

El obispo lo alojó en una cabaña de madera aislada al final del jardín, donde las hermanas de Loreto podían cuidarle. Dio instrucciones a la madre superiora para que llenara una bolsa con todas las medicinas y remedios que pudiera y le dijo a Fructuosa, la cocinera, que le preparara las provisiones que normalmente llevaba en los viajes. Cuando el criado trajo a la puerta su muía Angélica y otra muía de carga, el padre Latour, ya vestido con bastos pantalones de montar y chaquetón de cuero, miró al hermoso animal y movió la cabeza.

—No, déjala con Contento. La nueva muía del ejército es más fuerte y aguantará el viaje.

El obispo salió de Santa Fe dos horas después de la llegada del mensajero indio. Fue derecho al pueblo de Pecos, donde iba a recoger a Jacinto. Caía ya la tarde cuando llegó. El pueblo, agazapado entre rocas rojas, estaba medio rodeado por un círculo de montañas cubiertas de pinos y asomado a un mar de cedros y enebros. El obispo había contado con disponer en Pecos de nuevas monturas y adentrarse en las montañas, pero Jacinto y los viejos que se congregaron alrededor insistieron en que pasara allí la noche y saliera temprano a la mañana siguiente.



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