La marcha de los vencidos. Dunkerque by Karl von Vereiter

La marcha de los vencidos. Dunkerque by Karl von Vereiter

autor:Karl von Vereiter [Vereiter, Karl von]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1967-06-15T00:00:00+00:00


RUEGO REGRESE URGENTE AL PUESTO DE MANDO.

HA LLEGADO ORDEN ESPECIAL DEL CUARTEL GENERAL DEL FÜHRER.

Ahora, mientras andaba hacia sus oficiales, Guderian, el viejo maestro de los tanques, el creador de la ciencia de los blindados, se preguntaba qué clase de desagradable sorpresa le esperaba allí.

Porque «desagradable» era la palabra justa.

Guderian empezaba a conocer a Hitler. Ya en Polonia había asistido al cambio brusco del Führer que, en realidad, había empezado cuando el asunto de la remilitarización de Renania. Entonces, asustados, los generales temían una reacción violenta por parte de los franceses.

Cosa que hubiese sido fatal, ya que el joven ejército alemán no poseía fuerza suficiente para resistir a los galos. No obstante, Francia no reaccionó y Hitler se salió con la suya.

A partir de entonces, el Führer no confió nunca más en sus generales. Y, más y más, creyó en su maravillosa intuición, considerándose muy por encima de los hombres que mandaban sus ejércitos.

Su oficial de órdenes, después de los saludos convencionales, le hizo entrega del mensaje de Hitler.

Guderian lo leyó varias veces, como si no pudiese creer lo que había escrito.

—¡Es imposible! —exclamó después—. Se nos ordena detener el avance, ahora que podemos aplastar lo poco que queda de fuerzas enemigas en Dunkerque.

—Así es —repuso el oficial de enlace.

—Pero… ¡eso es absurdo! Los ingleses están perdidos. El frente belga se ha hundido…, el rey de los belgas se ha rendido… los tenemos a nuestros pies…

Cerró los puños con rabia, arrugando el mensaje que tenía en la mano derecha.

—¿Es que el Führer no se da cuenta de que los ingleses han empezado a evacuar sus fuerzas en Dunkerque? Va a permitir que lord Gort[21] se salga con la suya…

Era cierto.

Guderian se preguntó quién diablos podía haber aconsejado a Hitler una medida tan absurda.

—Si siguiésemos avanzando —dijo como si hablase consigo mismo—, conseguiríamos la mayor victoria alemana de todos los tiempos.

Miró con fijeza a su oficial de enlace.

—Pida que le confirmen esa orden. Solicítelo directamente del general von Pundstedt.

—¡A la orden!

La respuesta llegó poco después.

Era la misma:



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