La mala semilla by William March

La mala semilla by William March

autor:William March [March, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1954-02-15T00:00:00+00:00


* * *

Después de comer, Rhoda pidió permiso para ir a sentarse en el parque y la señorita Forsythe accedió. La niña cogió su libro y se dirigió a su rincón habitual bajo el viejo granado. Apenas acababa de encontrar la página en la que se había quedado cuando Leroy, que no era capaz de dejarla en paz por mucho tiempo, entró en el parque y fingió que barría el camino que quedaba a las espaldas de la chiquilla. Barrió una y otra vez la misma zona y finalmente dijo:

—Aquí te encuentro, leyendo y tratando de aparentar ser una niña mona. A lo mejor estás recordando cómo le pegaste a aquel chico con el palo. ¿Es eso en lo que estás pensando ahora mismo? ¿Eso es lo que hace que parezcas tan satisfecha y feliz?

Rhoda, con el tono de voz que emplearía un adulto hastiado pero comprensivo, le respondió:

—Termina de barrer y déjame en paz. No quiero escucharte. No dices más que tonterías.

Leroy apoyó su escoba un momento en el suelo y examinó el granado mientras dejaba escapar una risita socarrona y asentía con la cabeza. Cogió una rama muerta y la sostuvo; luego, situándose frente a la niña, sopesando la rama en la palma de la mano, le preguntó inocentemente:

—¿Era más o menos así de grande el palo que utilizaste?

—Barre el camino. O si no vete a hablar con otro.

—El pequeño Claude intentó subirse al embarcadero después de que lo hicieses rodar hasta el agua, sin embargo tú le golpeaste las manos hasta que se tuvo que soltar y se ahogó; pero, antes de eso, le soltaste un buen trancazo en la sien, que es por donde estuvo sangrando.

Rhoda miró a su alrededor en busca de algo para marcar la página, porque no quería estropear un objeto de su propiedad doblándole una hoja. Delante de ella, en el camino, había una diminuta y suave pluma de paloma; la recogió, la sopló para quitarle el polvo y la colocó dentro del libro. Luego, dejando el libro a un lado sobre el banco, miró fijamente y con calma a Leroy.

—Haces como si no supieses de qué te hablo —prosiguió Leroy con satisfacción—, pero lo sabes muy bien. No eres tonta como el resto, eso tengo que admitirlo, da igual lo mala que seas. No se te escapa una, igual que a mí no se me escapa una. No eres una boba, eso tengo que reconocerlo, y por eso no dejaste el palo manchado de sangre a la vista de cualquiera. ¡Ah, no! Tú eres más lista que eso. Te llevaste el palo cuando huiste del embarcadero y cuando estuviste al resguardo de los árboles te acercaste a la playa y lavaste bien la sangre. Luego lo tiraste en medio del bosque donde nadie pudiese encontrarlo.

—Creo que eres un hombre muy estúpido.

—Tal vez soy estúpido, pero no tanto como tú —dijo Leroy. Cada vez disfrutaba más con la escena. Aquella cría malvada hacía como si la cosa no fuese con ella y



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