La luna de la medianoche by Sherrilyn Kenyon

La luna de la medianoche by Sherrilyn Kenyon

autor:Sherrilyn Kenyon [Sherrilyn Kenyon]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788499897035
editor: Random House Mondadori
publicado: 2013-05-30T04:00:00+00:00


6

Leta estaba en la cima de la montaña más alta de la Isla del Retiro. Sostenía en una mano un frasco de suero somnífero que había tomado prestado de su tío Parpádeo (también conocido como Sandman) y con el que Aidan y ella podrían atrincherarse en el plano onírico, impidiendo de esa forma que Algos los expulsara.

El plan de Aidan era extremadamente arriesgado. Aunque no debería importarle. No debería sentir nada al respecto. No obstante, y mientras observaba las olas que rompían contra las rocas, comprendió que sí sentía. El dolor de Aidan no solo alentaba sus emociones y sus poderes, sino que también le llegaba al corazón.

Llevaba muchísimo tiempo sin experimentar la ternura y no quería volver a perder esa emoción. No quería perder a Aidan. Porque no se trataba solo de una misión.

Era mucho más.

Sin embargo, no entendía cómo había podido pasar algo así. A pesar de haber compartido solo un sueño y un día en el plano humano, tenía la sensación de que lo conocía hasta un punto que desafiaba a la lógica. Su alma se lo decía.

De modo que no quería separarse de él ni, lo que era peor, verlo morir como había sucedido con su familia. No podría sobrevivir a algo así otra vez.

Echó la cabeza hacia atrás y dejó que la salada brisa aliviara su inquietud. El frasco que llevaba en la mano pesaba como si fuera una losa. No quería cometer un error. Si Aidan quedaba atrapado en el plano onírico, podría morir.

Él estaba seguro de que era la mejor forma de derrotar a Algos, pero ella no lo tenía tan claro. Algos era astuto y, sobre todo, letal. Aidan iba sobrado de valor, pero por desgracia el valor no siempre bastaba para ganar la partida.

—Dame fuerzas —le susurró a la suave brisa que la acariciaba.

En el fondo de su mente veía las imágenes de la masacre de su familia. Nada podría aliviar ese dolor jamás. Nada.

Pero al menos era la prueba de que seguía vida. De que no estaba completamente vacía y desprovista de emociones.

Cerró los ojos e intentó transformar esas emociones en ira. Aidan tenía toda la razón. Era la única forma de lidiar con ellas. Sin embargo, fue pensar en él y su ira se esfumó, dejando paso a una extraña sensación de paz.

—¿Leta?

Se volvió al escuchar que M’Adoc la llamaba. Allí estaba, vestido con una ancha camisa blanca y unos pantalones del mismo color. El pelo se le rizaba en torno a la cara y resaltaba su atractivo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella a su vez.

—Me han dicho que has ido a ver a Parpádeo para pedirle suero.

Leta asintió con la cabeza.

Los penetrantes ojos azules de M’Adoc la atravesaron.

—Retar a Algos denota mucho valor. Y es muy arriesgado.

Lo último que quería era que M’Adoc descubriera sus dudas. Puesto que era uno de los líderes de los dioses oníricos, el honor lo obligaba a comunicar a Zeus el menor indicio de que algún Cazador Onírico había recuperado sus emociones.

—Los cobardes nunca alcanzan la victoria.



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