La Luisi by Ángel Sanchidrián

La Luisi by Ángel Sanchidrián

autor:Ángel Sanchidrián [Sanchidrián, Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 2015-05-01T04:00:00+00:00


¿Pero qué hago yo ahora? Que esto está lleno de delincuentes y no sé ni en qué barrio estamos. Que me van a vender los órganos o me van a dar una vuelta en moto.

Escuela de seducción

MARTES 26 DE MAYO. 18:21 H. DELANTE DE UNOS NEONES ROSAS Y AZULES.

En el cartel de la entrada pone «escuela de seducción para señoritas» justo al lado de la foto de una muchacha con la espinilla en la boca y un parche pirata tapándole el cebollino. Hay que mirar el cartel torciendo el cuello noventa grados. Qué sofisticado. La idea de venir, cómo no, ha sido de la Marce, porque yo para seducir a Manolo sólo necesito unas patatas con arroz y bacalao y una siesta de dos horas.

—Marcelina —le digo mirando el cartel—, esto tiene pinta de academia para señoritas de cobrar los besos.

—Que no, mujer, que las jóvenes ahora van así, es tendencia.

Tela con las tendencias modernas. Me pongo yo así para ir por la calle y tengo que atar a Manolo a las papeleras. No es que me parezca mal este desahogo de apariencia, ellas sabrán dónde quieren que se les posen los tábanos, pero no me veo yo así de ninfa en la vía pública. Le pido su opinión a María Dominga, siempre pausada y meditada.

—A mí me suda el coño.

Ya está todo dicho. Adentro. En el interior corretean varias chiquinas lozanas y esbeltas mientras nosotras tres estamos plantadas delante del mostrador como tres chotos recebones.

—Hola —nos saluda la recepcionista sonriendo a boca valla—. ¿Os manda la empresa de limpieza?

Tengo que sujetar a María Dominga porque se tira a por ella, y si la agarra no deja las raspas.

—Venimos a probar —intervengo yo.

La chica nos mira con gesto de «para qué», pero nos cobra y nos deja pasar.

—¡A la barra americana, señoritas! —grita una profesora dando palmas—. Y ustedes también —añade mirándonos a nosotras con gesto de «qué necesidad hay de esto».

Las chiquinas usan un bikini minúsculo, así que la barra cuando cierran debe de dar vueltas sola. Yo me dejo el chándal puesto porque no pienso llenarme el gajo de miasmas, algo que a María Dominga no le debe preocupar demasiado en vista de cómo trepa en bragas por el palo. Igual de rápido que ha subido, baja de cabeza. Mientras no doble la barra vamos bien. Intenta trepar otra vez. Qué tesón. Le pone ganas la mujer, pero parece un pollo asado girando en el tomo.

Cuando la profesora la ve rebozándose en lencería corre a apartarla y le pasa un trapo a la barra. María Dominga la mira rascándose el filete ruso y oliéndose los dedos. Al parecer se lo ha arañado escalando.

A ver, que me toca a mí. Yo me abrazo al tubo y hago fuerza, pero no levanto ni dos palmos. Estoy dando vueltas a ras de suelo hasta que la profesora me dice que me levante, que no soy una babosa. Lo que hago es ponerme de pie, enroscarme y dejarme caer. Ahora sí que noto la fricción en la pepitoria, como bajar unas escaleras de caracol por la barandilla.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.