La lista de arrepentimientos de Clover by Mikki Brammer

La lista de arrepentimientos de Clover by Mikki Brammer

autor:Mikki Brammer [Brammer, Mikki]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-39-0111-6
editor: Planeta México
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


28

—No hagas el mío demasiado cargado, Leo. —Me senté en su mesa, lista para nuestra siguiente ronda de mahjong.

Leo estaba encorvado sobre su pequeña cantina, absorto en la mezcla de un brebaje con bourbon, como un hechicero en su caldero. Los hielos chocaban en el vaso como los carrillones de una campana movidos por el viento. Con una sonrisa de satisfacción, deslizó por la mesa el trago hacia mí . El reconfortante aroma a jabón irradiaba de su piel como siempre.

—¿Cómo va ese nuevo trabajo que tienes?

—¿Claudia? Es una mujer muy interesante… me recuerda a ti, debo decir.

Leo me miró con una media sonrisa escéptica.

—¿Una mujer blanca y rica del Upper West Side te recuerda a mí? —Su tono era juguetón, pero el mensaje estaba claro.

—O sea… me refiero a que su sentido del humor irreverente, su nostalgia por los buenos tiempos y su amor por doblar o romper las reglas me recordaron a ti.

—Bueno, poseo esas cualidades, sí. —Leo sorbió su trago y chasqueó los labios unas cuantas veces como para evaluarlo—. Un poco pasado de limón, me parece.

Sorbí el mío con cautela.

—Creo que está delicioso. — Le sonreí—. ¿Te decepciono con mi paladar filisteo?

—Ya aprenderás, pequeño saltamontes.

Le di los dados.

—Te toca tirar primero.

Acunó los dados entre sus manos y los agitó a un lado de una de sus orejas, como si fueran un coco.

—Supe que has estado pasando mucho tiempo con la nueva vecina.

Tiró los dados a la mesa. Un dos y un cuatro.

—¿Sylvie? Sí, es muy linda. —Tomé los dados y los sacudí dentro del puño cerrado moviéndolo de lado a lado—. Hemos pasado el rato unas cuantas veces: fuimos por un café, a una clase de yoga, me hizo de cenar, cosas así.

Sacudí las manos con satisfacción después de que mi tiro revelara un cinco y un seis. Leo fingió fulminarme con la mirada.

—Si me lo preguntas, parece que puede ser el comienzo de una amistad.

Las mejillas me comenzaron a brillar con aprehensión.

—Creo que es muy pronto para llamarla así. —Esperé que mi pequeña encogida de hombros hubiera parecido lo suficientemente indiferente.

—Pues yo creo que Sylvie es una gran contribución al edificio. —Leo volvió a sorber su bourbon—. Entre otras cosas porque comparte mi amor por el chisme de barrio.

—¿Eso significa que, al fin, me podré ahorrar las horas de escucharte hablar sobre las indiscreciones de los vecinos?

—Sé que te gusta fingir que no te gusta el chisme porque tu abuelo lo veía como algo malo. Por supuesto, un caballero como él jamás participaría de ese tipo de comportamientos. Pero…. ¿sabes algo? —Leo se inclinó hacia mí sobre la mesa y bajó la voz—. Creo que en el fondo lo disfrutaba tanto como tú, pero ninguno de los dos se atrevería jamás a aceptarlo.

Me sonrojé. Sí tenía ciertos beneficios poder enterarme de las noticias del vecindario sin tener que hablar con la gente.

—Lo extraño.

—Yo también —dijo Leo—. El buen Patrick. Me cuesta trabajo creer que hace trece años se fue.

El juego se detuvo, mientras reflexionábamos en silencio.



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