La letra herida by Sergio Hernández

La letra herida by Sergio Hernández

autor:Sergio Hernández [Sergio Hernández]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Contraluz Editorial
publicado: 2024-09-29T00:00:00+00:00


17

La noche fue mucho más dura de lo que esperaba. Tras la advertencia de un posible cierre, los ánimos estaban por los suelos: no hubo cartas, ni vino ni chistes jocosos de la radio o sermones de iglesia pequeña, y la mayoría se limitaron a cenar sin hambre. Miguel había perdido el apetito desde primera hora y, aunque Almudena, siempre embutida en un delantal del tamaño de un mantel, le insistía en que pegase un bocado, no había manera. El pesimismo se había contagiado por cada rincón de la casa de huéspedes hasta el punto de que Sabina y Josefina, que siempre cenaban antes de hora para ser las primeras en levantarse, abandonaron sus habitaciones para calmar los ánimos entre los huéspedes. Lejos quedaban ya los días rodeados de naranjas o mecidos por el optimismo de noviembre. Y esa desdicha lo llenaba todo de un pesar insoportable.

Las palabras de Bernard habían calado profundamente al resto y despertaron en su interior inquietudes que muchos creían olvidadas. Veían a aquel chico y a sus ideales como la única alternativa a la violencia que imponía Arturo, representada a imagen y semejanza por su compañero Ramón, quien tras la muerte de Gabriel Sempere y Barret se había convertido en el único aliado que le quedaba dentro y fuera del sindicato.

Con el estómago encogido, Miguel se marchó a su habitación antes de hora. El sueño lo atrapaba como una telaraña, pero eran tantos los fantasmas que le rondaban la cabeza que no podía dormir. Intentó leer algo para calmar los nervios, por lo que cogió de su maleta Miguel Strogoff , el libro más entretenido que tenía en su haber y al que ya había recurrido más de una noche de invierno, cuando los recuerdos se acumulaban en su pecho y era incapaz de hacerles frente al cerrar los ojos.

El ritmo de la narración, como en casi todos libros de aventuras de Verne, era constante y estaba escrito a base de pulsos que hacían difícil despegar la vista de las páginas, consiguiendo que los diálogos y sus personajes orbitasen alrededor de descripciones que hacían saltar la imaginación de párrafo en párrafo. Miguel, cambiando la Estación del Norte por la Siberia de los zares, no distinguía tanto de él. Es cierto que las aventuras no abundaban en aquella pensión, y que asfaltar las calles contiguas a las vías aportaba poca épica si lo comparaba con cruzar los ríos gélidos de los Urales o infiltrarse en los ejércitos de los tártaros. Con todo, había algo que los unía irremediablemente más allá de su nombre: Nadia Fedor, una joven nacida cerca del Báltico que, al igual que María, no tardaría en convertirse en un amor imposible. Los deseos de Strogoff, más allá de la propia Nadia Fedor, pasaban por atravesar Rusia para advertir al hermano del zar de una traición que pondría en jaque a todo el imperio. Pero los de Miguel, en cambio, radicaban en aquel idilio entre ambos personajes, lo que despertaba una esperanza ciega que lo hizo devorar las páginas con el ansia de conocer cómo terminaría la historia.



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