La historia de X by A. J. Molloy

La historia de X by A. J. Molloy

autor:A. J. Molloy [Molloy, A. J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-11T05:00:00+00:00


18

Al principio es tal mi bochorno, mi vergüenza, que quiero esconderme tras los arbustos con las cigarras.

Nadie está riéndose de mí, nadie está mofándose o mirándome con lascivia, pero todo mi ser me dice que esto está mal. Así y todo, sigo avanzando entre la multitud, entre esas personas elegantes con largas copas de champán en la mano que parecen apartarse a mi paso en medio de un silencio respetuoso.

Cuando la música se reanuda, advierto que hay otras mujeres vestidas exactamente como yo circulando entre la gente: son mis hermanas, jóvenes que están siendo igualmente iniciadas. Reconozco una o dos caras. Son las mujeres de la carpa, y también sus partes pudendas están a la vista. Fabulosamente enmarcadas por medias de seda e intrincados corsés, pero a la vista.

Siento el deseo imperioso de hablar con alguna de ellas. ¿Cómo se sienten? ¿Qué piensan de todo esto? Mi timidez innata me lo impide, hasta que recuerdo: maldita sea, X, estás paseándote entre un montón de gente rica y elegante sin nada de ropa ahí abajo. ¿Y te da corte iniciar una conversación?

Me fijo en una chica que está sola bajo un farol suspendido de un tamarisco algo apartado. Su mano sostiene una copa de champán dorado. Tiene la cabeza ladeada. Parece estar escuchando la música, interpretada por un marchoso cuarteto de cuerda, líricamente clásica pero con un claro ritmo africano. Tengo ganas de bailar, pero no puedo bailar vestida así. Sobria no.

Es una chica muy guapa, con una larga melena morena salpicada de perlas finas y alfileres de plata. Parece una Jessica más alta y de ojos más grandes; posee su mismo aire inteligente y sagaz.

—Hola —digo.

Se vuelve hacia mí. Me escudriña con sus ojos castaños.

—Bonsoir.

—Ah, lo siento. —Me ruborizo. ¿Por qué me ruborizo justamente ahora?—. Lo siento, no me di cuenta de que…

—No, no, tranquila. Soy francesa pero hablo inglés. —Su sonrisa es amable.

Le devuelvo la sonrisa.

—Hola.

Sin el más mínimo disimulo, baja la mirada hasta mi desnudez. Después señala sus muslos blancos y la franja de vello negro.

—¿Qué piensas de nuestro… disfraz antiguo?

Meneo la cabeza.

—No lo sé… ¿De verdad es antiguo?

—Sí —responde—. De verdad es antiguo. Lo lucían en la corte de Napoleón. ¿No has oído hablar del furbelow?

Tras un breve silencio, suelto una risa nerviosa. Es una broma astuta. Creo que un furbelow es un volante o chorrera que lucían las chicas del siglo XVIII o XIX, puede que un cuello con mucho encaje. Pero furbelow es, sin duda, la mejor manera de describir nuestro aspecto esta noche.

Caigo en la cuenta de que no le he preguntado su nombre.

—Por cierto, mi nombre es Alexandra. Me llaman X.

—Hola, X. Yo soy Françoise.

Nos damos la mano.

—¿Te molesta si te pregunto quién te está iniciando?

Françoise señala la multitud de personas que está bebiendo y charlando. El bullicio crece conforme corre el champán.

—Daniel de Kervignac. También es francés, pero trabaja de banquero en la City. Vivimos en Londres.

—¿Tu novio?

—Sí, aunque tiene cuarenta y dos años. Amant sería un término más apropiado.

—Entiendo. —Bebo un sorbo de champán.



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