La Hermandad de la Daga Negra 03 - Amante Despierto by J.R. Ward

La Hermandad de la Daga Negra 03 - Amante Despierto by J.R. Ward

autor:J.R. Ward
La lengua: spa
Format: mobi
Tags: Sobrenatural, Fantasia Oscura, Romántica
editor: Punto de Lectura
publicado: 2006-07-10T09:03:32+00:00


Zsadist entró al vestíbulo, con frío y tan rígido que se arrastraba hacia delante. Quería permanecer en la granja hasta que despuntara el amanecer, pero su cuerpo no lo pasaba bien con el aire helado.

Aunque no iba a comer, se dirigió al comedor, sólo para detenerse en las sombras. Bella estaba en la mesa, sentada al lado de Phury. Había un plato de comida enfrente de ella, pero le estaba prestando más atención al gato que tenía en la falda. Estaba mimando a Boo, y no dejó de acariciarlo ni siquiera cuando alzó la vista para prestar atención a algo que Phury había dicho. Sonrió, y cuando bajo la cabeza nuevamente, los ojos de Phury permanecieron en su perfil como si estuviera bebiendo de ella.

Z caminó rápidamente hacia la escalera, no dispuesto a caer en esa escena. Estaba casi a salvo cuando Tohr salió de la puerta oculta en el primer descanso. El hermano parecía ceñudo, pero bueno, nunca estaba de fiesta.

- Hey, Z, espera.

Zsadist maldijo, y no bajó su respiración. No tenía ningún interés en quedarse a escuchar una mierda acerca de política y procedimiento, y de eso era de lo único que hablaba Tohr últimamente. El hombre estaba enloqueciendo a la Hermandad, organizando turnos, tratando de convertir a cuatro tiros al aire como eran V, Phury, Rhage y Z en soldados. No le extrañaba que siempre se viera como si le doliera la cabeza.

- Zsadist. Dije, espera.

- Ahora no…

- Si, ahora. El hermano de Bella le mandó una petición a Wrath. Solicitando que le sea asignado un estado de Sehclusion con él como su Whard.

Oh, mierda. Si eso ocurría, sería lo mismo que si Bella se hubiera ido. Demonios, era como si fuera una pieza de equipaje. Ni siquiera la Hermandad podía escudarla de su Whard.

- ¿Z? ¿Escuchaste lo que te dije?

Asiente con la cabeza, idiota, se dijo a si mismo.

Apenas se las arregló para hundir la barbilla.

- ¿Pero por qué me estás contando eso?

Tohr apretó la boca.

- ¿Quieres aparentar que ella no significa nada para ti? Bien. Sólo pensé que querrías saberlo.

Tohr se dirigió hacia el comedor.

Z agarró la barandilla y se frotó el pecho, sintiendo como si alguien hubiera reemplazado el oxígeno de sus pulmones por alquitrán. Miró hacia arriba y se preguntó si Bella pasaría por su habitación antes de irse. Tendría que hacerlo, porque su diario estaba allí. Podía dejar la ropa, pero no su diario. A no ser, por supuesto, que ya lo hubiera sacado.

Dios… ¿Cómo le diría adiós?

Amigo, se debían una conversación. No podía imaginarse que le diría, especialmente después de que lo hubiera visto practicar su odiosa magia con ese asesino.

Z entró en la biblioteca, levantó uno de los teléfonos, y disco el número del móvil de Vishous guiándose por el diseño de las teclas. Escuchó como sonaba en el auricular y también a través del vestíbulo. Cuando V contestó, le contó sobre el Explorer, el teléfono móvil y las payasadas que había hecho en el tren delantero.

- Me pongo a ello -dijo V-.



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